viernes, 26 de diciembre de 2008

un pequeño cursillo de fotografía (VI)

Composición

Una imagen no se ve al completo y a la vez. El ojo no es una cámara fotográfica, la capacidad de examinar una imagen se reduce a un área muy pequeña, el resto es información adicional, posicional, pero poco más. Fijaos en alguien que esté leyendo y vereis como los ojos se desplazan línea a línea como hacíamos cuando éramos pequeños paseando el dedo por encima de las líneas. Tampo lee en el sentido estricto que nos enseñaron (la P con la A… PA!!!) sino que recorre las letras examinando formas que le son conocidas y pasando a la siguiente cuando cree que ya sabe lo que es. Gracias a esto podemos leer cartas manuscritas en las que las letras son casi completamente diferentes a las que conocíamos hasta entonces. (A ver, los médicos que se pongan a la izquierda, por favor, luego hablamos). Por eso tambien podemos leer esos textos que circulan por Internet en los que casi no hay ninguna letra en su sitio y sin embargo nos son comprensibles. No encuentro ahora ningún enlace, pero si alguien lo tiene, agradecería que me lo recordara.

Todo esto es para decir que cuando vemos una imagen no la vemos en su totalidad sino que cuando el ojo (o cerebro, me da igual para esto) cree que tiene la información que busca se pone en Standby y ya no continua. Hay por ahí en internet una ejemplo divertidísimo en una peliculita en la que te piden que cuentes cuantas veces se pasan la pelota unos cuantos personajes. Mientras tanto, pasa entre ellos un tipo disfrazado de gorila y nadie, al menos yo… nos damos cuenta de eso porque estamos concentrados en la dichosa pelotita. Si crees que esto es una tontería, baja a la calle y ponte a jugar a los triles con el timador de turno…



Pincha en la foto para verla en grande.
Una foto normalita de vacaciones. Perdón por la calidad, tiene ya bastantes años y las compactas de hace tanto no eran lo que son ahora... Está claro que esta foto habla de la ermita en lo alto del acantilado. Podía haberla fotografiado de cerca (de hecho, lo hice...) pero creo que la mejor foto es ésta. Le ponemos un caminito al ojo y como es muy obediente el ojo va recorriendo el pasillo y subiendo las escaleras hasta encontrarse con la ermita. Y de paso se va dando cuenta del acantilado que rodea el camino. Y así, una construcción que se ve pequeña, fuera del centro de la foto y que no destaca ni por espectacularidad ni por color ni por nada acaba convirtiéndose en protagonista absoluto. Incluso diría que el ojo protesta cuando "tropieza" con las personas que bajan por el camino, como si se hubiese detenido a examinarlos y se diese cuenta de que no aportan nada. Es decir, que al ojo le sobran. Pero claro, no los iva a tirar por el barranco para hacer una foto de vacaciones :-D


Por lo tanto, si situamos lo que queremos fotografiar en un lugar “evidente” es muy posible que el resto de la información que proporciona la imagen se diluya. La foto típica con una persona situada con la cabeza justo en el centro de la foto hace que tengas que hacer un pequeño esfuerzo intelectual para reconocer que la foto está hecha en París y no en el cuarto de planchar.

Los grandes fotógrafos y pintores tienen una sensibilidad especial para colocar el centro de interés de una imagen donde debe estar para que tenga la relevancia adecuada, y ayudarse de otros elementos para acompañar al ojos en su paseo por toda la imagen. Luego hay gente que escribe libros, examina esas fotos e intenta sacar unas reglas para que todos las podamos aplicar. Y aparecen en las pantallas de las compactas unas líneas cruzadas “para ayudar a la composición”.

Tabien hay grandes controversias acerca de esto, del uso de los centros de interés, la región aúrea, la regla de los tercios y demás. No tienen razón de ser, está claro que primero fué el huevo y luego la gallina. No son reglas creadas por un filósofo kantiano en una noche especialmente productiva, sino el fruto de estudiosos de la comunicación que han examinado, como proponía más arriba, multitud de imágenes pictóricas y fotográficas de todos los tiempos y han sabido leer ciertas pautas comunes en ellas. Tambien hay factores culturales que nos influyen; en la escritura latina, escribimos y leemos de izquiera a derecha y de arriba a abajo. Esa es la dirección en que nuestros ojos leen las imágenes. La mayoría de las fotos de los políticos en los carteles están situadas a la izquierda y miran hacia la derecha, hacia lo que nuestra cultura considera hacia adelante.
Posiblemente los autores originales compusieron sus imágenes sin saber nada de líneas de tensión, diagonales, equilibrado de masas de color y todas esas cosas. Fotografiaron o pintaron con el estómago y consiguieron conmover a las personas que veían sus imágenes. Pero claro, ellos eran auténticos creativos, hablaban el idioma naturalmente, nacieron con ello.

Los de a pie podemos o intentar aprender de los maestros o intentar descubrir de nuevo la rueda. Pero eso es bastante complicado y bastante más lento, aunque más gratificante cuando se consigue. Yo diría que no hay que usar conscientemente las reglas que se explican en los libros de composición. Si tenemos una buena imagen, seguramente descubriremos que ahí escondidas hay varias “reglas” de composición encubiertas.

El visor de la cámara es un excelente sistema de examinar una imagen antes de capturarla, y hay que aprender a ver a través de él. Hay que pasear la vista por toda la ventana, preguntarse que sobra y que falta, si hay demasiado cielo sin aportar nada, si aquel árbol tapa algo importante y si aquella grua mata la bucólica imagen. Si has fotografiado a unos amigos y sus ojos están en el centro óptico de la foto, no has entendido nada. Has fotografiado simplemente como los ves, mirándolos a los ojos y obviando todo lo que tienen alrededor. Eso lo debemos hacer en la vida real porque pasan tantas cosas a la vez alrededor de nuestro interlocutor que si no fuésemos capaces de aislarlo recibiríamos tantos mensajes simultáneos que el que nos están transmitiendo resultaría confuso y emborronado. Pero una imagen es un pedacito de realidad inmóvil que no tiene tiempo de caducidad, y que puedes examinar en toda su extensión todo el tiempo que necesites. Si algo sobra en una peli quizás te pase desapercibido, pero en una foto se va a ver clarísimo.
No me voy a extender aquí en métodos de composición ahora, hay libros y libros acerca de eso y de todas formas intentaré hacer alguna entrega de este cursillito con ejemplos. Yo recomendaría leerse alguno, y examinar fotos propias a la nueva luz que esa información arroje.
Y experimentar. Aunque yo, que vengo de la vieja escuela de las reflex de las de mirar por el visor, no soy capaz de hacerlo, el componer en la pantallita de la compacta es fácil. Hay que mirar toda la pantalla, no ver una foto que estamos haciendo sino mirarlo como miraríamos un cuadro en una exposición, inquisitivamente a la búsqueda de fallos.
Cuando estudiaba cosas de estas, teníamos dos L de cartulina negra por un lado y blanca por el otro, y las movíamos por encima de una imagen formando un rectángulo. Es divertido hacerlo porque descubres que a veces una imagen contiene en realidad varias imágenes muy interesantes, con ideas diferentes. La pantalla de la compacta de alguna forma sustituye esas L paseándolas por encima de la realidad.

Estoy seguro que dedicar un poco de tiempo a la búsqueda de la composición (sin normas, sólo hasta que la imagen nos llame) da unos resultados impresionantes en muy poco tiempo y además es un proceso que se automatiza enseguida.

Probar, probar y probar. Esto vale para todo.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Un pequeño cursillo de fotografía (V)

La parte creativa

Uf! Ahora empieza lo malo. Hasta ahora lo que he contado son poco más que 1+1=2 . Puede estar mejor o peor contado, pero eso es así y no tiene vuelta de hoja. A partir de ahora viene la parte resbaladiza donde intento explicar que es lo que pretendo (y casi nunca consigo) cuando disparo una fotografía. Eso puede no coincidir con lo que mueve a otras personas a hacer fotografías y eso no tiene que acabar en una diatriba para ver quien tiene razón. Seguramente, si las imágenes están hechas con las tripas todos tienen razón aunque yo no daría mucho margen a las fotos de un viaje hechas con el exclusivo motivo de dar envidia a la familia, por ejemplo. Pero son puntos de vista, evidentemente, y la prueba es que las ciudades están llenas de vehículos 4x4 con pintura metalizada.

Resumiendo, lo que sigue es lo que pienso, y no siempre. Si no estás de acuerdo con alguna afirmación no te enfades conmigo. De hecho es muy probable que el texto escrito por el autor no refleje necesariamente las opiniones del autor.


El mensaje

Este es el punto básico. Algo nos llamó la atención e intentamos fotografiarlo para retenerlo en la imagen.
De hecho, cuando le pasamos las fotos de vacaciones a algún amigo (no se como nos duran…) y les vamos explicando las fotos, lo que hacemos es decirles que no hemos sido demasiado buenos haciendo las fotos.

Aquí aparece la gran división en las fotografías y los fotógrafos.

a/ Los Reporteros

b/ (a falta de una definición mejor) Los pintores

Mientras las cámaras eran analógicas, los “pintores” llevábamos las de ganar. Cada vez que apretabas el botón, te gastabas una pasta. Así que antes de hacer una fotografía la mirabas y la remirabas a través del visor para estar seguros de que esa fotografía era la que queríamos. Eso no era malo, te hacía ser muy crítico y selectivo, y los amigos agradecían que les enseñases menos imágenes. Ahora con las digitales y el ordenador, los disparos son gratis y es fácil escuchar a alguien que volvió de las vacaciones con 3000 o 4000 imágenes.

A ver si me explico. Un reportero es una persona que se va al desierto con una cámara y fotografía todas las dunas, todos los árboles de todos los oasis y se aprende todos los nombres, y te los recita de corrido. Después de él ya no crece ninguna fotografía, las ha hecho todas.

El “pintor” es el que se lleva la cámara al desierto y mira y remira, encuadra, espera la luz que cree adecuada…y vuelve con una única foto. Y te la enseña y te corta la respiración. Viendo esa foto puedes sentir el calor agobiante del Sol, la arena deslizarse entre los dedos de tus pies y los horizontes tan amplios que te marean de agorafobia.
El primero te explica una historia por extensión, el segundo por intensidad. No digo que uno sea mejor que el otro, pero personalmente me gusta más el concepto del “pintor”

Un axioma a retener es que cada imagen tiene un mensaje. Queramos o no queramos. Aun más complicado: SOLO TIENE UN MENSAJE. Eso significa que si intentamos hacer una foto….

…de mi pareja en Paris haciendo el mono al lado de la torre Eiffel en un dia en el que salió el sol despues de llover, y que aprovechamos para ir de compras mientras llovía…

posiblemente conseguiremos que nuestro amigo bostece y busque una excusa para ir al lavabo.

A veces me encuentro con una posición resistente del estilo “no las quiero comer, no están maduras” cuando comento que el mensaje de determinada imagen me parece confuso, y me contraatacan diciendo que sólo han hecho una foto, y que no querían dar ningún mensaje. Craso error, siempre estás dando un mensaje, quieras o no. Si te pones a hablar, siempre das un mensaje. Incluso si balbuceas tonterias, el mensaje será un mensaje que no deseas acerca de tu capacidad intelectual, pero habrá un mensaje. Así que ya que va a haber siempre un mensaje, intentemos que sea el que queremos.

La imagen es un idioma. Y un idioma no necesita de otro idioma para explicar algo. Lo ideal sería, con las fotos de vacaciones, una introducción con los postres, y luego dejar que hablasen sólo las fotos. ¿A alguien se le ocurre una exposición en la que el autor va explicando a los visitantes que quería decir con sus imágenes? ¿ir al cine y que el acomodador nos explique lo que quiere decir el director con la película?. Si necesitamos explicar una imagen es que no hemos conseguido que la imagen hable, y puestos a que el lenguaje hablado es más rico en matices, igual podemos prescindir de la foto.

Bajo mi punto de vista, si eres capaz de transmitir mensajes con las imágenes, eres un buen fotógrafo. Es la parte más dura de dominar, pero es la que proporciona más satisfacciones cuando se logra. Los creadores, publicistas… tienen sensibilidad para crear imágenes que remueven cosas en nuestro interior. Y nos hacen lloran con los anuncios o desviar la vista cuando pasamos delante de una valla publicitaria o desear comprar una casa o un coche. Parte del proceso es creatividad, algo que hay que abonar mucho para que crezca y parte es técnica, y esta es fácil de aprender. En último extremo, podríamos decir que:

-una foto creativa sin técnica es buena, pero es una lástima.

-una foto bien resuelta técnicamente pero con mensaje confuso se deja mirar.

-una foto sin técnica y sin mensaje da lo mismo mirarla por el derecho o por el revés.

Evidentemente no puedo explicar creatividad. No hay sitios donde la vendan, sino hasta yo tendría.

El único método que conozco es copiar. No ver fotos, sino examinarlas. Si cae ante nuestros ojos una imagen, no importa su origen, que nos llama la atención, hay que sacar la lupa de detective e intentar averiguar que tiene esa imagen que hace que entre todas las que han ido pasando por delante de nuestra nariz, esa destaque. Repetir este ejercicio se convierte pronto en automático y ayuda mucho a aprender el idioma de la imágenes.

Una matización importante es que no estoy hablando únicamente de fotos bonitas. Hay fotos absolutamente desagradables que consiguen fijar tambien nuestra atención. Los anuncios de pobres niños negros desnutridos que utilizan casi todas las ONG pertenecen a esta categoría. De lo que se trata es de que la imagen hable, aunque no nos guste lo que diga.



Una de las primeras fotos de mi regreso a las reflex, esta vez digitales. Un frio brutal (que no queda reflejado en la imagen aparte del poco de nieve, estuve esperando que la respiración del soldado dejase ir vaho para mostrar eso, pero empiezo a sospechar que no respiraba). Un soldado inmóvil y un gran retrato de Mao vigilándole. Utilicé un teleobjetivo para aplanar la perspectiva (ya hablaremos de eso) y situé los dos elementos en diagonal (sólo dos elementos, tuve que esperar hasta que ningún otro personaje invadiera la escena). No están situados exactamente en puntos de la región aúrea porque eso hubiese dado el mismo interés a ambas partes de la imagen y esa tensión no me pareció conveniente. El prota es el soldado, pero nota el aliento de Mao en el cogote, por eso está ligeramente más centrado, para que el ojo lo descubra instantes antes que el retrato. Moviéndome hacia adelante y atrás conseguí que la relación de masas entre el retrato de Mao y el uniforme del soldado me pareciesen equilibrados. Un diafragma abierto produjo un retrato desenfocado pero reconocible, algo del tipo "no estoy presente pero os vigilo".
No estoy seguro de haber conseguido explicar la foto que ví cuando disparé, pero bueno, tambien de los errores se aprende...

jueves, 11 de diciembre de 2008

Un pequeño cursillo de fotografía (IV)

EV

Antes de entrar, vamos a ver como determina la cámara en automático cual es la exposición correcta: Mediante experiencias se ha determinado que si tomamos una foto correctamente expuesta y con los colores correctos y la metemos en la batidora (informática, claro) para mezclarlo todo, se obtiene un gris neutro con un valor del 18% de negro.

El EV (Exposure value) es el puntal donde se aguanta toda la teoría de la fotografía. Manejando ese concepto podemos influir decisivamente para que nuestras fotos se parezcan a lo que queríamos que fuesen. Los fabricantes lo saben de sobras y han creado todo tipo de programas automáticos de fotografía (retrato, paisaje, nocturna…) para una vez más ahorrarnos el problema de pensar y conseguir que todas las fotos que se hacen en determinado lugar parezcan la misma…

Sin embargo el concepto es sencillo y muy fácil de entender. Con un poco de práctica se automatiza su uso y ya no hay que pensar, que es lo que parece que quiere todo el mundo.

El EV se basa en tres variables combinables entre ellas:

a/ El ISO, ASA o sensibilidad. En analógico estaba claro: El negativo era un plastico recubierto de granos de sales de plata que reaccionaban con los fotones de luz. Si los granos eran pequeños había muchos para recubrir el negativo y se necesitaban muchos fotones para activarlos. Si se hacen más grandes, con menos fotones tenemos bastante y la película es más sensible. Supongo que en digital lo que hacen es modificar de alguna forma como lee la electrónica el número de fotones que recibe cada pixel. El resultado es que tenemos una escala de sensibilidades

100, 200, 400, 800, 1600…

En la que el doble de número equivale al doble de sensible.

b/ El tiempo de exposición. Esto es el tiempo que la superficie sensible está expuesta a la luz y se mide en partes de segundo.


1”, 2, 4, 8, 15, 30 (un treintaavo de segundo) 60, 120, 250, 500, 1000 (una milésima de segundo)

Cada tiempo divide el anterior por dos (redondeando para llevar unos números más fáciles de manejar) por lo que entra la mitad de la luz en cada paso.

Y

c/ Diafragma. Es el agujero a través del cual penetra la luz hacia la superficie sensible. Los números son

…2,8; 4; 5,6; 8; 11; 16; 22…

Como estamos hablando de áreas de un agujero, los números se doblan pero de dos en dos. Tambien cumple la regla de que cada diafragma deja pasar doble o mitad que el adyacente y eso es el concepto que debemos quedarnos. Un número más alto indica que pasa menos luz, un agujero más pequeño.

Bien, pues ahora se trata de combinar estos tres factores para conseguir aquel 18%.

Para poner un ejemplo, se trata de llenar un cubo de agua. El tamaño del cubo es la sensibilidad, contra más pequeño, antes se llena. El diámetro del chorro de agua es el diafragma y obviamente el tiempo de exposición es el tiempo que tenemos abierto el grifo.
Lo realmente divertido es darnos cuenta que las tres variables funcionan como doble-mitad. Si escribimos en unas cintas de papel las tres series de números, podemos dejar una fija por decisión propia en función del resultado que queremos obtener y en las dos otras cintas leyendo los valores que quedan juntos obtenemos un montón de posibilidades para conseguir ese nivel de exposición correcta.

Por ejemplo, para una foto que quedaría correcta a 100 ASA, 250 de velocidad y 8 de diafragma (más o menos una foto en un lugar soleado…) podríamos fijar el 100 ASA y disparar a (125, 11) o (60,16) o (250,8) o…

¿Y como sabemos que está bien expuesta la imagen? pues vigilando el histograma, que es una curva que nos muestra la cámara en su pantalla. Esa curva nos está mostrando de izquierda a derecha los niveles de gris que contiene la imagen (esa cinta de la que hablaba antes) estando el negro a la izquierda y el blanco puro a la derecha. La altura que alcanza cada nivel es proporcional a la cantidad de pixeles que contienen ese nivel de gris. En principio una imagen bien expuesta corresponderá a un histograma en el que las dos puntas extremas queden dentro de la gráfica. si la curva se "chafa" en un extremo u otro nos está diciendo que tenemos o zonas absolutamente saturadas, blancas, sin detalle, o absolutamente negras... y aunque seguramente volveremos sobre esto, digamos que nuestra mente no entiende demasiado bien las zonas absolutas. Mirad a vuestro alrededor y no descubrireis ninguna zona que no tenga algo de detalle...


Una imagen pasadita de exposición


Y una imagen corta de exposición


Y esta es la imagen equilibrada sin zonas negras ni quemadas




Igualmente podríamos fijar el valor de diafragma o velocidad y mover los otros dos. Este juego es el que abre grandes posibilidades expresivas a la fotografia que hagamos. ¿son iguales los resultados obtenidos en estas combinaciones? No, evidentemente. Eso sólo nos asegura una exposición correcta. La combinación de esos parámetros de una u otra forma nos abre un abanico de posibilidades creativas que debemos intentar aprovechar.


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Y ahora vamos a suponer que ya nos sabemos como funciona la cámara, donde hay que apoyar el dedito y vamos a hacer fotos.

¿Si? ¿De verdad? No. Eso ya lo sabíamos de antemano. Todos nacemos con la capacidad de poner la máquina en automático, mirar por la pantallita, apretar el botón de disparo y cortar los pies del modelo.

No, de lo que se trata si hemos hecho el esfuerzo de entender la parte teórica es de conseguir que nuestras fotos se diferencien de la media. Esto ha implicado un poco más de teórica, pero el resultado esperamos que compense el esfuerzo.

Y a partir de ahora, a hacer fotos!

sábado, 6 de diciembre de 2008

Ese sueño de eternidad que nos pierde


Una ciudad anónima china, fotografiada desde el tren

Ayer me llegaron dos notas aparentemente sin conexión. Una acerca (otra vez) de la volatilidad de las imágenes digitales. Que si el soporte se vuelve obsoleto en x años, que si las copias en papel debido a la acidez del papel se degradan en x años...

Por otro lado, alguien a quien no alcancé oir el nombre hablaba, y parecía saber de que hablaba, acerca de que de seguir nuestro actual ritmo de emisiones a la atmósfera el punto crítico de no retorno se alcanzará en 9 años. Esto fué lo que más me impactó, no fueron unos 10 años, o una docena de años... fué un preciso nueve años. Y que dado que gracias a la crisis (yo no quería hablar de la crisis en este blog, mecachis, pero todo está ligado) los imperativos restriccionistas parecen menos importantes y que el precio del petróleo, que había sido una de las causas principales de la frenada de consumo de combustibles, está cayendo en picado, es posible, aterradoramente posible que esos escasos nueve años sean menos. Una vez superado ese punto de inflexión, ya no se puede hacer nada. Estamos en un coche sin frenos cayendo por un terraplén, y la velocidad cada vez es más alta.

¿a que ahora ya no parece tan importante que nuestras copias digitales duren 100 años? Siendo realista, lo único que realmente debiera preocuparnos es que los materiales con los que están fabricadas nuestras copias digitales, y nuestros discos duros fuesen fácilmente digeribles por los estómagos de los escarabajos, que parece que es la especie que va a suceder en el dominio de este planeta a la especie que durante menos tiempo ha sido capaz de detentar ese título.

En fín... a ver que hace el Barça hoy...

viernes, 5 de diciembre de 2008

Un pequeño cursillo de fotografía (III)

Pixeles, formatos y Photoshopeos. Sí, quizás la parte teórica igual se está haciendo un poco larga, pero es necesaria. Consolémonos pensando que a estas alturas, ya sabemos más que muchos de los vendedores de cámaras fotográficas que corren por ahí. Y en un par de rollazos de teórica más, yo creo que nos vamos a mirar nuestras fotos con otros ojos...

Pixel

Ya ha salido esta palabra antes. El tema es que cuando empiezas con digitales, todo debe ser digital, es decir, todo debe tener una cantidad medible y entera. Y eso tambien vale para el sustituto del negativo. Alli donde teníamos el negativo ahora tenemos un chip dividido en cuadraditos como una página de libreta cuadriculada. Cada cuadradito es un pixel y es la unidad menor de imagen que tenemos. De hecho, ahí no hay nada de imagen. Un pixel simplemente registra cuantos niveles de rojo, de verde y de azul le llega y entrega un cuadradito de color liso. Ese cuadradito, junto a todos los que le rodean, acaban formando la imagen, como su fuese un tejido bordado a punto de cruz. Cuantos más pixeles tienes en el chip, más detalles diferenciados es capaz de captar tu cámara, aunque eso tiene un límite en la resolución que ofrece la óptica del objetivo: llegamos a un momento en que hacer los pixeles más pequeños para que quepan más en un determinado chip no sirve de nada excepto como argumento comercial. Si el objetivo tiene calidad suficiente para que la imagen que crea de un punto sea de 5 milésimas de milímetro, por ejemplo, de nada nos sirve poner pixeles más pequeños… . El concepto importante aquí es que si tenemos un chip que tenga 1000x1000 pixeles, pues tenemos 1 Megapixel (1 Mpx.). Cualquier cámara tiene 7 Mpx ahora… y teniendo en cuenta que eso ya está por encima de lo que era capaz de conseguir una buena cámara de las analógicas, tampoco es muy lógico dejarse arrastrar a la guerra de los megapixeles. Sobre todo porque ya hemos llegado a ese límite de la óptica. Además un pixel más pequeño tiene problemas adicionales. Le caben menos fotones, y poniendo un ejemplo, no es lo mismo llenar un cubo grande de canicas, donde caben miles a llenar uno pequeño donde caben un par de docenas. Un error de 3 o 4 canicas no representan el mismo error porcentual…y la calidad final de la imagen se resiente.La única forma honrada de tener más pixeles es tener un chip más grande, pero entonces la cámara deja de caber en el bolsillo.



Esta es una imagen normalita. Vista así de lejos nada la distingue de una foto clásica de las de carrete, pero si ampliamos un trozo lo suficiente, se ven los cuadraditos individuales de los pixeles. Pero tranquilos, para que ese ojo se vea así he ampliado la imagen a 1200%. A no ser que alguien quiera empapelar la torre Eiffel con su foto-recuerdo de París, eso no se va a notar. Es cuestión de no dejar entrar en casa a amigos con microscopio.



Además ahí hay un detalle un poco perverso escondido, sobre todo en las cámaras más sencillas. A nadie se le escapa que una imagen de más megapixeles ocupa más memoria, o lo que es lo mismo, caben menos fotos en una tarjeta. Y eso debe haber sido considerado como un problema para sus aspiraciones comerciales por los fabricantes. Así que se han inventado la compresión.

El formato

El formato es la forma en que la información se guarda. Lo que parece normal sería que la información fuese del tipo en el que se identifica un determinado pixel con verticales y horizontales como si fuese un crucigrama, y dar el dato de que nivel de cada color rojo, verde y azul (RGB en las iniciales en inglés) hay en ese pixel. Eso sería toda la información captada, pero eso ocupa mucho… Y aunque hay cámaras que utilizan algo así, en formato Raw o Tiff, la mayoría de las cámaras graban en formato JPG que lo que hace es suprimir información que se supone que no somos capaces de ver para que el fichero generado sea más pequeño. O sea, tanto ruido con los niveles de gris y esas cosas, y luego nos vienen con las rebajas.

Tampoco hay que demonizar este formato, sobre todo últimamente en que la aparición de tarjetas de memoria con más capacidad parece que ha propiciado que la compresión que determinan los fabricantes sea menor. Ahora yo diría que un JPG tiene las mismas o mejores posibilidades de dar detalles que un buen negativo analógico, y salvo en superficies casi lisas de color, como un cielo, son prácticamente indistinguibles de los Raw de cámaras más profesionales.

El Photoshop

Ya sé que hay otros programas de tratamiento, pero este es el más utilizado, así que yo incluso utilizo el verbo “photoshopear”. Espero que los de la Academia de la Lengua no lean esto…

Todos hemos oido, o peor hemos dicho al amigo que produce unas imágenes más llamativas lo de “claro, tu haces trampa con el ordenador”.

No. El tratamiento simplemente sustituye al revelado, con la ventaja de que en lugar de hacerlo una persona que cobra dos terceras partes del sueldo mínimo interprofesional (y esas ganas le pone) ahora lo hacemos nosotros con todas las ganas para conseguir los mejores resultados. Incluso si se lleva la tarjeta directamente a la tienda de revelado (si, el papel todavía existe!) antes de imprimir las fotos estas suelen pasar por un proceso standar y automático que permite mejorar el aspecto general de todas las fotos, aun a costa de estropear un poco cada una. Ya se sabe. El dicho de si quieres algo bien hecho, hazlo tu, tambien se aplica aquí.

Por supuesto, el tratamento no es más que una caja de herramientas, y cada uno las utiliza como su habilidad y honradez le permite. Pero el resultado siempre es obra del autor y no del programa. Ya bucearemos más en esto en cuanto nos pongamos a jugar con fotos y dejemos los rollazos teóricos.

Hasta el viernes que viene :D

sábado, 29 de noviembre de 2008

Un pequeño cursillo de fotografía (II)

Bits y Bytes

La diferencia principal entre una imagen analógica y una digital es que la primera es analógica y la otra es digital. Ya, es una perogrullada, pero lo he puesto para separar el significado de esas palabras del uso que se les ha dado como definitorias de un tipo u otro de fotografía. O música…

Una señal analógica es una señal que puede variar de forma gradual, sin saltos. En una banda de degradado que vaya del blanco al negro, significa que aunque esa banda sea larguísima, cada punto tiene un gris diferente que el adyacente.

En cambio, en una señal digital ese degradado queda convertido en bloques sucesivos de gris plano. ( Ya lo estoy oyendo: Ves, ya está, ese es el fallo de las digitales, con mi analógica no se nota. No, dame un poco de tiempo y sigue leyendo).
La cantidad de bandas de gris que configuran esa gama desde el blanco al negro se mide en bits. Una imagen de un bit consiste en una imagen en que o todo es blanco o todo negro, como las imágenes de la época del pop.
La escala de bits funciona de forma que un bit más dobla las posibilidades. Así, hemos dicho que un bit son dos niveles. 2 bits serían 4 niveles de gris.
3 son 8 niveles.
4 son 16.
5 son 32.
6 son 64.
7 son 128.
8 son 256.



6 versiones de una misma imagen a 1, 2, 3, 4, 5 y 6 bits, en color. Resulta difícil distinguir saltos en la transición de color más allá de los 6 bits. Y eso es una cuarta parte de lo que cualquier camarita digital es capaz de ofrecer. Pincha en la imagen para verla en grande.

Y aquí me paro, aunque podría – debería continuar.
Porque 8 bits es lo que tiene normalmente una imagen digital de blanco y negro. Teniendo en cuenta que en buenas condiciones, el ojo humano es capaz de distinguir diferenciados hasta 64 grises diferentes, parece que estamos sobrados para mostrar una imagen digital sin que seamos capaces de diferenciarla de una analógica.

En cuanto al color, sólo tenemos que acercarnos a la pantalla de televisión para ver como lo consiguen. Vista desde cerca, la pantalla está formada por una trama de puntos azules, verdes y rojos. Variando el brillo de cada uno de los 3 colores, se consiguen todos los colores y tonos. Y la televisión es una buena prueba de que el sistema funciona aceptablemente bien. Acabando, combinando una gama de degradado de 8 bits (256 niveles diferentes) de color rojo con otro azul y con otro verde conseguimos una imagen en color de 8+8+8=24 bits en color, y así funcionan la mayoría de las cámaras.

Otra cosa novedosa de las digitales es que las tarjetas no son de tantas o cuantas fotos, como los carretes. Son pequeñas unidades de memoria, como un minidisco duro ahora sin ningún elemento móvil, de forma que si se nos cae al suelo lo único que le pasa es que se llena de polvo. La cantidad de fotos que nos caben en una tarjeta depende lo grande que sea el fichero generado, y eso se mide en Bytes, igual que en los ordenadores. Si no nos suena demasiado es porque es una unidad tan pequeña que casi siempre hablamos de K (aproximadamente 1000 bytes, realmente 2x2x2x2x2x2x2x2x2x2=1024) o mejor de Megas (aproximadamente….1,000,000 de Bytes). El que quepan más o menos fotos en una tarjeta depende de la información que contenga cada foto. Si disparamos con la tapa puesta en el objetivo (si la cámara nos deja, que esa es otra) la información es poca y cabrán un montón de fotos. Si son fotos con montones de detalles por todas partes, cabrán menos…Al menos si nuestra cámara trabaja con compresión, pero eso ya lo intento explicar más abajo.

Antes comentaba que podría continuar. Quería apuntar a que ciertos formatos de cámara de alta gama (que no caras) trabajan a 14 bits, al precio de que los ficheros generados son mucho más grandes, claro. Si a alguien le apetece calcular cuantos niveles de grises caben ahí, pues nada, a tirar de calculadora. Para un uso bastante superior al de aficionado, esos 24 bits color son más que suficientes para producir unas imágenes que rayan la perfección.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Un pequeño cursillo de fotografía (I)

El viaje a Mongolia que ya cité en otra entrada incluyó un par de trayectos en el mítico Transiberiano. Sólo ese viaje de varios días en tren cruzando la tundra ya justifica un viaje, y los 5 días que permanecimos a bordo sólo nos permitió acceder a rascar ligeramente ese universo que constituye ese largo tren que cruza Rusia y Mongolia.
Pero también ofrece largos períodos sin nada que hacer salvo leer, ver pasar los interminables bosques por las ventanas, hablar con los amigos o ir bebiendo vodka (que por cierto, no tiene nada que ver con el que se bebe por aquí). Y en una de esos largos paréntesis surgió la posibilidad de intentar explicar, con lo mal que se me da eso, un cursillo de fotografía y acabó convertido en una anárquica catarata de ideas inconexas acerca de que es lo que me motiva en la fotografía. Debo reconocer que me inflaba un poco cada vez que más tarde algún compañero de viaje venía y me enseñaba alguna de las fotos en la pantallita de la compacta, la vanidad necesita pocos empujones para alzarse. Entonces prometí que intentaría poner en texto aquel rollazo que solté, y este será el marco. Creo que no he conseguido articularlo más, pero hasta ahí llego. Aquí está...




Analógico o digital?

El formato digital se ha abierto camino deprisa, quizás demasiado deprisa y a codazos. Y aunque la muerte de la fotografía analógica estaba anunciada, el hecho de que se haya producido tan deprisa ( comienza a ser difícil encontrar carretes de película en algunas tiendas…) ha pillado a contrapelo a muchos aficionados y ha generado un montón de mitos no todos ciertos o inocentes…

Lo cierto es que para la inmensa mayoría de las aplicaciones, el sistema digital ofrece muchas ventajas:

-Es más barato, se acabó tener que utilizar plata para las emulsiones.

-Es más ecológico. Ya no hay apestosos (románticos, pero apestosos) baños que se van por el sumidero a contaminar el entorno.

-Es más cómodo. ¿alguien se acuerda del cuarto oscuro? Ahora ya se puede dedicar solo para los niños que no se comen la sopa.

-Es más exacto. Sólo hay que abrir la caja de las viejas fotografías para descubrir esos cielos verdosos o magentas que poblaban nuestras fotos de vacaciones.

-Es mucho más versátil. No nos hace falta un carrete para cada uso. En esa tarjetita caben a la vez fotos en ByN, en color y de ISO bajo o alto. Además es más pequeña que un carrete, le caben muchas más fotos y aunque la dejes a la luz no se velan las imágenes.

Entonces, ¿cuales son las desventajas del sistema digital?

Bien, como opinión personal la principal desventaja es que los fabricantes de cámaras han decidido que el usuario es idiota. Y han inundado el mercado de cámaras, pequeñas y de diseño, que apenas le dejan al usuario la opción de llevarla en el bolsillo. Iva a escribir de dispararlas, pero tampoco. Según que cámara, si considera que no está enfocada, se niega a disparar… Para hacerse con una cámara que permita tomar decisiones al fotógrafo hay que acercarse a una reflex, aunque hay vientos que indican que están apareciendo ya cámaras de las compactas con capacidad de ser controladas por el usuario. Aunque eso sí, de momento bastante más caras. Poder tomar decisiones se paga…

En cuanto a los mitos, el que más corre es el de la resolución… y es falso. Escaneando diapositivas y negativos de paso universal y bajo ISO se puede comprobar que cualquier resolución que pase más allá de los 5 Mpx no hace más que aumentar el grano, sin añadir ya información a la imagen. Mientras escribo esto, ya cualquier camarita digital se mueve entre 1,5 y 2 veces esa resolución. Una imagen de 8 Mpx. puede producir una ampliación de 50x60cm. sin que a ese tamaño se muestre ningún defecto debido a una sobreampliación.

Resumiendo, y por si no se había notado, personalmente estoy muy contento de haber podido olvidar mi ampliadora y haber dejado en el armarito de los recuerdos mis reflex analógicas. Con todo el respeto que me merecen por los buenos momentos que compartimos, llegó la jubilación para ellas.

:-D fin de la primera parte.

domingo, 9 de noviembre de 2008

15 segundos de gloria



Hace muchos, demasiados años, cuando era un crío, yo pasaba todos los veranos en un pequeño pueblo de los Monegros donde mi padre, aragonés emigrado retornaba una y otra vez al encuentro de los suyos.

Era aquel un pueblo de los de película costumbrista, con su cura, su maestro y su aferro a las tradiciones de dance y jotas. Y como no puede faltar en ningún pueblo, con el venerable sabio con el que pasé tardes y tardes mientras me enseñaba su colección de minerales, sus microscopios de bronce y al que no agradeceré nunca lo suficiente el dejarme cada verano un magnífico telescopio refractor de 60x900 con el que inicié una afición que aun me atrapa.

En esa costumbre tan nuestra de poner apodo a todo el mundo, a mi padre en un esfuerzo de imaginación le llamaban "el maño" y a mi, y no voy a entrar en los motivos ahora, me llamaban y me siguen llamando "pelu". Lo curioso es que si aquí en nuestro entorno lo de "maño" tenia una justificación, en aquel pueblecito de Aragón evidentemente no, pero seguía siendo mi padre "el maño" y yo fuí durante muchos años simplemente "el hijo del maño".

Al paso de los veranos, yo me fuí haciendo con un grupito de amigos de correrías (más o menos sanas) y mis neuras como fotógrafo y astrónomo aficionado fueron haciéndose un hueco en el lento pasar de los días de caluroso verano en aquel pueblecito monegrino.

Y un día, al presentar mi padre a uno de mis colegas, este preguntó:

- Ah! ¿así que usted es el padre del pelu?

Y en mi malísima memoria, recuerdo que la cara de mi padre cambió. En un momento descubrió que yo le había robado el protagonismo y que se habían invertido los papeles. El tiempo pasó y supongo que lo olvidó como se olvidan afortunadamente todos los pequeños fracasos que coleccionamos en nuestras vidas. Pero no se porqué, ese cambio de cara y esas fracciones de segundo se me grabaron en mi coco de chaval, supongo ahora porque lo que para él fue una decepción fue para mí un éxito.

De eso han pasado más de 30 años.

Hace pocas semanas, entre mi pareja y yo (más ella) conseguimos organizar un viaje relámpago bastante más arriba del Círculo Polar Artico con la intención de fotografiar Auroras Boreales. A los compañeros habituales con los que viajamos se añadieron otros amigos procedentes de los foros de astronomía que frecuento y resultó que además de la astronomía compartíamos afición en la fotografía, así que los traslados en la furgoneta y las larguísimas tardes (a las 4 de la tarde ya era noche cerrada) entre vodka y vodka se convirtieron en un improvisado intercambio de ideas y posiciones acerca de fotografía.

Y en un momento determinado alguien habló de flashes y comentó que quien sabía un huevo de esto era el gurú ese de Strobist en español, Rafa. Divertido, comenté que Rafa era colega mío y que quizás el origen de esa exitosa página es el detalle que tuvo Rafa de irme traduciendo los textos que publicaba David Hobby y que mi ruinoso inglés no era capaz de entender.

Y en un flash :-) me vino a la cabeza mi padre. Yo había dejado de ser pelu, el que había montado el viaje, para ser "el amigo de Rafa". Y estoy seguro de que aunque nadie lo notara, se me puso la misma cara que a mi padre más de treinta años atrás.

miércoles, 22 de octubre de 2008

La niña coja


Este último verano los vientos de las vacaciones me llevaron hasta Mongolia. Un pais joven y deshabitado atrapado entre los monstruos de Rusia y China donde buena parte de su escasa población vive de los rebaños en núcleos familiares móviles, siguiendo los pastos y las aguas.
Supongo que la fragilidad de esta vida nómada ha convertido a los mongoles en un pueblo parco en algarabías y demostraciones de afecto pero extraordinariamente acogedores y amables, de forma que no hay manera de que el viajero detenga su vehículo sin que de algún Ger cercano se acerque alguna persona, a menudo un niño o niña a caballo, para invitarte a compartir su Ger, sus productos de leche, su intimidad en fin.
Acabando ya el periplo por las praderas de Mongolia recalamos en la orilla de una laguna donde vacas, caballos y yaks espantaban las moscas y poco más y al poco apareció una niña de unos 7 u 8 años a caballo para invitarnos. Aceptamos y la acompañamos hasta su Ger y allí se produjo el enamoramiento. La niña tiene una hermana menor tan mofletuda como ella. La luz que se cuela dentro de la estancia a través de la puerta y el tragaluz se refleja en las alfombras claras y en pareces y techo de fieltro blanco y tiene una calidad extraordinaria, aunque es escasa. Pero no importa subir el ASA y si sale ruido que salga. La niña mira a la cámara y el objetivo es incapaz de apuntar hacia otro lado. Todos, viajeros con aspiraciones de viajeros y viajeros con ínfulas de fotógrafos, atrapamos a la niña y su hermana en nuestras tarjetas de memoria.
Ya marchándonos, que la ruta que queda aun es larga, descubro los ojos tristes de su hermana mayor, que debe rondar los 15 años. Seguramente no puede reprimir una cierta punzada de envidia viendo a su hermana ser el centro de todos los objetivos. Le enseño la cámara y le pido que se siente, y se le ilumina la cara. Descubro tarde que una foto puede ser terapeútica. Sin embargo demasiado tarde. Cuando salimos del Ger encontramos una tercera hermana, algo más mayor, con una muleta con la que ayuda una cojera que arrastra desde un accidente que tuvo cuando pequeña. Quisiera fotografiarla, pero no soy capaz de librarme del manual de fotografía. Gran angular, ligeramente picada y centrada. Hay que transmitir la sensación de aislamiento; pero no me atrevo, en ese momento me parece una violación a su intimidad inaceptable y la tristeza e impasibilidad que me transmite me impide levantar la cámara y disparar.
Detrás de mí, otro viajero sin tantas tontas teorías sobre la comunicación, se acerca y le hace una fotografía. Y mientras se aleja, la niña le sigue con la vista y hay una chispa de agradecimiento en sus ojos.
Cuando el vehículo se pone en marcha y empezamos a alejarnos, la niña sigue allí despidiéndonos, y mientras ella continua agradeciendo parcamente con esa mirada lenta el haberla descubierto y fotografiado, yo pienso que no hay mayor desgracia que ser cojo en los inmensos paisajes planos de Mongolia, y que tengo que aprender a disparar más con el corazón que con el libro de composición.

Hay unas cuantas imágenes de este viaje en mi galería