sábado, 15 de mayo de 2010

Más cosas con el binocular

Pensaba dejar cerrado el tema de las fotos con el bino, pero me he encontrado con una curiosidad. Estaba pensando hace unos dias que si el problema de colocar una compacta sobre un binocular para tomar fotos es la diferencia de pupilas de salida entre los dos aparatos ópticos, el ideal sería conseguir una cámara con un objetivo muy pequeño... y caí en la cuenta que tengo una. De hecho, casi todos la tenemos. La cámara del móvil, ni más ni menos. Así que fuí a mirar las características de la que lleva mi móvil y caramba, había comprado yo cámaras con peores características. Sin ser el último alarido tecnológico, es una cámara de 3,2 Mpx, y un magnífico Zeiss Tessar (a los mayorcitos se nos pone tierno el corazón con estos nombres) de sólo 3,7mm de focal. Con eso debería ser no sólo posible, sino suficiente para hacer fotos decentes de nuestros pequeños ejemplares.
Primero probé el modo macro. Con el propio flash que incorpora la máquina. Y no está nada mal. Con una iluminación más ayudada, ese macro fotografiará “a pelo” campos de 2cm. sin ninguna ayuda adicional.



La siguiente prueba evidentemente fué ponerlo sobre mi binocular y sobre el microscopio que he montado. El microscopio da más calidad (sólo porque tiene menos óptica por enmedio) pero vaya, es lo más fácil del mundo. unas imágenes seguro que lo explican mejor que yo...


Una eritrina (ya se que repito...) a través del binocular...



Una azurita de 2mm sobre yeso (o yeso teñido de azurita, ni idea)



Florecillas de azurita. puntitos azules a simple vista

lunes, 26 de abril de 2010

Y un poco más de foto a través de monocular

En extremo casi opuesto del Motic hoy tengo para probar un monocular que me ha dejado mi amigo Patrick, comercial de HERTER.

Aunque suene una perogrullada, la primera pega que le encuentro es que es un monocular. Eso no tiene nada que ver con la calidad, es que se pierde la sensación de tridimensionalidad. La calidad es tan buena como en el mejor binocular, quizás mejor incluso porque tiene algo menos de óptica por enmedio. Para observaciones esporádicas, es una alternativa de calidad y barata. Si uno pretende pasarse horas al ocular... hombre, la visión con los dos ojos es más cómoda.


El monocular probado

Sin embargo, si pretendemos hacer fotos, entonces se convierte en un instrumento interesante. Una de las fuentes de decepción en las fotos de micro proviene de que mientras que la zona a fotografiar las localizamos con los dos ojos, es decir, con información de tridimensionalidad, con la foto se pierde esa profundidad y muchas fotos quedan aburridamente planas. Muchas veces, cuando yo paseo una pieza bajo el objetivo a la búsqueda de un encuadre fotográfico, cierro uno de los ojos para hacerme una idea más exacta de como se verá al final. Y el microscopio especial que me he montado es un único tubo, donde quito el ojo y pongo la cámara.

Así que para un uso fotográfico, si no se quiere perder uno por demasiados derroteros bricolageros, un monocular es una buena opción.

De este monocular se comercializan dos modelos, uno de 20x y otro de 30x. La diferencia se consigue simplemente suministrando un ocular 10x o 15x. El modelo que me han dejado es el de 30x, pero puedo probarlo a 20x, porque tengo oculares variados por los cajones. Y 30x son demasiados, los oculares no aguantan. En cambio, a 20x la calidad es impresionante.

Mi idea para este monocular era probar prácticamente el rollo medio teórico que escribí en la anterior entrada. Pero aprovecho que tengo un ocular de 15x y comparo la pupila de los dos aumentos. Y lo que compruebo me sorprende hasta a mi... El ocular 15x ofrece una pupila de sólo 3mm. El de 10x ya entrega un diámetro de 8mm. Y el de 5x, que ya mirando se aprecia que muestra un campo menor, sólo tiene 6mm de pupila de salida. Así que si no nos vamos a oculares de alta gama, lo mejor es el viejo 10x de los binoculares de 20 aumentos.


Forma de medir la pupila de salida del sistema óptico. Se superpone una plantilla de agujeros y se mira a través del microscopio, y se van probando agujeros hasta encontrar uno que ya no se vea en los bordes de la imagen. Evidentemente ahí debería estar mi cabezota, pero entonces no se vería más que mi coronilla...


Ahora se superpone la plantilla a la boca del objetivo de la cámara y se busca también un diámetro que no interfiera la visión. Aquí a propósito he escogido uno para que se vea la plantilla en las esquinas de la imagen. En mi G11, este diámetro es de unos 23mm...pero si recordamos que el microscopio proporciona una pupila de salida de 8mm, el círculo de imagen que veremos si acoplo mi compacta a un binocular será como esto



Y no resultará nada útil. Podemos mover el zoom y quizás mejoremos algo, pero eso depende del diseño del objetivo de la compacta. Así que ahora tenemos una plantilla que puede convertirse en una buena herramienta a la hora de acercarnos a la tienda a adquirir una compacta para acoplar al binocular. Quizás se rian un poco de nosotros, pero al menos sabremos si va a funcionar o no.

domingo, 11 de abril de 2010

Fotos a través del binocular. Otro apunte.

Vamos a por la pregunta del millón: ¿puedo acoplar mi compacta al binocular?

Llevo unas semanas no sólo haciendo pruebas sino intentando encontrar una forma de asegurar que el acoplamiento funciona...y la respuesta es categórica es ¡SI!

Vamos a dar un paso atrás para entender como funciona el método afocal, aunque ya lo he explicado antes en alguna otra entrada. La idea básica es que nuestro ojo es capaz de formar una imagen (gracias a eso vemos!!) y una cámara compacta también, que para eso la compramos. Es decir, que los sistemas ópticos de cámara y ojo son básicamente el mismo, una lente o conjunto de ellas que focalizan los rayos que les llegan en una superficie sensible, llámese retina o chip.

Cualquier invento óptico que nos permita mirar a través de él y enfocar debe imitar en su salida la trayectoria de los rayos que provienen de un paisaje. O dicho de una forma un poco enrevesada...un microscopio, telescopio, binocular... es un sistema óptico que hace que los rayos que salen del ocular sean sensiblemente paralelos, y sólo es capaz de producir una imagen real cuando se le añade otro sistema óptico, sea un ojo o una cámara con objetivo. De esto podemos deducir que una cámara réflex sin objetivo en condiciones normales no es capaz de enfocar sobre un microscopio o un telescopio. Al final sí, claro, porque podemos variar las distancias entre las lentes y “crear” unas condiciones nuevas para el instrumento. pero entonces ya no enfocará para el ojo, será un diseño nuevo de óptica y posiblemente rendirá peor porque no es para esa configuración para lo que fué creado.

O sea que resumiendo y con un poco de humor, donde pongo el ojo, pongo la cámara.

Lo que quedaba por descubrir es porque unas cámaras van mejor que otras. Ahora vamos.


Una facolita en un campo de menos de 3mm, en una expo única.

Nuestra pupila es un agujero de diámetro variable según la luz ambiente. Con un sol es apenas un agujerito y a oscuras es un agujero de más de 5mm, 7mm cuando somos crios. Los ojos de los animales brillando en las oscuridad no es más que la pupila dilatada en la oscuridad, brillando como un catadióptrico de coche, devolviendo la luz en la misma dirección en la que le llega, y ese horroroso efecto de ojos rojos en las fotos con flash es exactamente lo mismo. Y sabiéndolo, la solución que han dado los fabricantes de cámaras es simplemente disparar dos veces el flash muy rápido. El primero hace que nuestra pupila detecte el fogonazo y se contraiga y el segundo es el que hace la foto... Pero me estoy yendo por las ramas.

Estamos que nuestra pupila en nuestro ambiente de trabajo debe ir por los 2 o 3mm. de diámetro. Así que cualquier sistema óptico que nos pongamos delante sólo necesita producir un “cilindro” de ese diámetro para producirnos el efecto de que vemos todo el campo del instrumento iluminado. Pero en las cámaras eso se llama diafragma, y para poder fotografiar en condiciones de poca luz necesitan tener un diámetro contra más grande mejor. Y contra más cara y buena es la cámara, pues mejor. Así que la primera conclusión sorprendente es que seguramente es más fácil adaptar una cámara contra más de bolsillo sea.
Y eso lo podemos cuantificar fácilmente. Yo he podido al final adaptar mi Canon G11, que se resistía con todas las pruebas anteriores. Hay que buscar una plantilla de agujeros. todos los que estudiamos dibujo técnico en la era pre-Autocad tenemos una en el cajón... Es una pieza de plástico llena de agujeros de diámetros crecientes milímetro a milímetro.


Detalle en el que conviven galena, calcopirita y posiblemente calcosina, de unos 7mm de campo


Pues con esa plantilla vamos a medir la pupila de salida del ocular de nuestro instrumento. Así se llama al diámetro del cilindro de luz que sale del binocular u otro instrumento. Simplemente miramos por él, e interponemos la plantilla entre el ocular y el ojo. Y vamos cambiando el agujero de la plantilla hasta que encontramos uno que ya vemos la plantilla por los bordes de la imagen. Ese agujero o el anterior corresponden a la pupila de salida.

Ahora hacemos lo mismo con la cámara. Apuntamos al infinito (un paisaje, por ejemplo) , colocamos la plantilla delante tocando el objetivo y buscamos el agujero que empieza a verse... No está de más probar como se comporta en algunas posiciones de zoom.

Ahora, con esos dos números, es fácil ver que está pasando... si el diametro de pupila del binocular es más pequeño que el de entrada de la cámara, será como si pusiésemos ese agujero delante del objetivo: no veremos todo el campo de imagen sino un círculo. Si por el contrario el diámetro de la cámara es más pequeño que el del bino, perfecto, será apoyar la cámara y tener todo el campo con la imagen que crea el binocular.


Fluorita. Pequeño campo de 10mm. Tanto en esta como en la anterior, se observa el círculo oscuro que produce la diferencia de pupilas de entrada y salida.

¿Cual es el problema de una compacta de gama alta, como la G11? Pues que el diámetro de entrada es de (si no recuerdo mal) unos 20mm. Entre 5 y 10 veces lo que proporciona un bino normalito. Imposible usarla, pues muestra un agujerito minúsculo de imagen en la pantalla. Mi solución ha sido “fabricar” un monocular nuevo. Y usar como ocular uno especial de gran diámetro que se utiliza en telescopios de diámetro grande. Con eso consigo una pupila de salida de diámetro similar al que demanda la G11, y por fin puedo usar esta cámara, que compré porque tiene todos los controles necesarios para poder controlar el enfoque y la exposición manualmente.

jueves, 18 de marzo de 2010

MOTIC SMZ168 triocular. Primer contacto

Ya que he tenido que preparar unos acoplamientos para esta lupa, he pensado que como muchos de los conceptos son comunes a otras lupas, podía hacer una descripción. Siempre habrá alguien que saque algo de información.



Sobre la mesa, y al lado de mi más modesta Vixen, se nota que estás delante de una binocular de gama media-alta. Una base grandota, que le da buena estabilidad y sobre la que no se caen las muestras por el lateral las piezas grandes (quien las tenga, claro). También me llama la atención la distancia desde el objetivo a la muestra, casi el doble que en la mía. Y sobre todo, sobre todo, el campo visual de los oculares. A pesar de que yo uso unos Kiowa WF10, que no están nada mal, con esto del Motic es como asomarse a una ventana. La nitidez es muy buena aunque a máximo aumento del zoom empieza a mostrar alguna aberración cromática e imágenes de difracción en los brillos. El contraste también es excelente, aunque ahí no puedo comparar porque la mia está hecha unos zorros y hasta que no la desmonte y limpie toda la óptica no tendré elementos de juicio. Tal y como está, desde luego, la Motic me gana por goleada.

En cuanto a salidas para fotografiar, con la barbaridad de pupila de salida de los oculares que trae, basta apoyar el objetivo de una compacta en un ocular para hacer una foto. Este modelo en concreto que estoy probando es un triocular, lo que quiere decir que tiene una salida específica para fotografiar. De hecho esta salida, que se conmuta con un tirador, lo que hace es desviar la luz de uno de los objetivos a esa salida. De forma que la calidad que se obtiene no va a variar excesivamente de la observada por el ocular, ya que usa un objetivo. Te ahorras hacer pasar la luz por el juego de dos prismas inversores y el prisma de desvío que conduce la luz al ocular, y en ese ahorro de elementos ópticos es donde puede residir la mejora de calidad que proporcione esa tercera salida.





He probado a acoplar a esa salida webcams y cámaras compactas (*). Todo funciona. La webcam (sin objetivo) se puede colocar directamente sobre cualquier acoplamiento y obtenemos una imagen de no demasiados aumentos pero nítida. De todas formas, lo ideal para este aparato es duplicar la distancia que tenemos desde el objetivo al ocular en esa tercera salida, ya que así cuando tengamos la muestra enfocada en los oculares, también estarán enfocadas (o casi) en esa tercera salida, y acoplando una cámara compacta digital obtendremos una foto de prácticamente lo mismo que estamos viendo. Problemilla adicional de este sistema es que necesitamos un tercer ocular y una cámara con el objetivo puesto (también funcionaría con una webcam sin quitarle el objetivo...aunque la calidad de los objetivos webcam no son lo mejor para meterlos ahí enmedio..). Y ventajilla nada desdeñable es que en esa disposición, la cámara no se entera de que tiene un microscopio delante, con lo que la medición de la luz, el autofocus y el estabilizador de imagen, si lo tiene, contribuyen a dar a la imagen la máxima nitidez.

Y ahora las pruebas. Por supuesto son malas. Trabajar a exposición única a esta ampliación es casi sinónimo de fracaso porque la profundidad de campo es tan pequeña que sólo una pequeña parte queda enfocada, demasiado pequeña para proporcionar una sensación de nitidez.
Y tampoco está cuidada la iluminación...sólo espero que sirvan para ilustrar los tres sistemas básicos de fotografiar con una lupa.



Caso 1. webcam sin objetivo sobre un acoplamiento sin óptica, de forma que entre el objetivo de la lupa y el chip no hay nada. Por eso y teóricamente debiera ser la que proporciona la mayor calidad, pero la calidad de las webcams es muy baja y el ruido en la imagen es muy importante a pesar de haber usado un filtro antirruido. Además los pixeles son muy pequeños y eso proporciona una imagen muy ampliada. A cambio, no hay nada más barato y permite enfocar cómodamente en una pantalla de ordenador.



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Caso 2. Cámara réflex. Como estas cámaras tienen una óptica con un diámetro de lente muy grande, no se puede usar el modo afocal que implica el uso de un ocular de proyección. Así que simplemente he sustituido la webcam por el cuerpo de la réflex. Ventajas: mucho menos ruido, control absoluto de la exposición y según que cámara, enfoque monitorizado en la pantalla. A cambio el chip es bastante más grande, lo que ofrece menos aumento y más tendencia a la distorsión en los bordes de la imagen.




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Caso 3. Cámara compacta. Posiblemente el mejor método, con la pega de que cada cámara puede dar unos resultados diferentes, y pagar más por ellas no es necesaria garantía de mejores resultados. De hecho, los sistemas de proyección de imagen que acompañan a los microscopios como accesorio suelen ser una combinación de un ocular y un objetivo para hacer funcionar cualquier réflex como una compacta.




Las ventajas de este sistema son claras. Si se regula bien, lo que se ve a través de los oculares coincide bastante bien en escala y enfoque con lo que fotografía el sistema. Según que cámara, la imagen se presenta inicialmente en un círculo, pero basta añadir un punto de zoom a la cámara para que la imagen llene todo el chip.

Además si el ocular es mínimamente decente las distorsiones son pocas y se conservan todos los automatismos de la cámara, incluyendo autofocus. Esto puede ser un problema si se pretende usar un soft de apilado de capas, como Helicon Focus o Combine Z, entre otros, porque la cámara decide donde enfocar, pero siempre se puede hacer trampa y engañarla... Para este ejemplo, he colocado un tubo al que le he añadido un ocular de un microscopio mio y un casquillo en PVC que me permite superponer la compacta sin comprometer los movimientos del objetivo al accionar el zoom o enfocar.

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(*)Cuando hablo de cámaras compactas me refiero a las cámaras de bolsillo, las normalitas. Esas que tienen el objetivo de buen diámetro dan más dificultades y mi G11, que para muchos es el TOP de las compactas, decididamente no sirve para estos usos...

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Para acabar, muestro el inventillo de acoplamiento para una compacta que he montado para esta binocular. Un ocular sobre un tubo de aluminio con la longitud adecuada para que a través de los 3 oculares se vea la imagen enfocada. Sobre ese tubo unas abrazaderas comerciales de plástico fijadas a una placa de plástico que tiene una ranura por donde se hace pasar el tornillo de 1/4” (rosca trípode) para fijar la cámara. De esta forma podemos utilizar este trastito para colocar cualquier compacta, pues las abrazaderas permiten la regulación en Z, la ranura regula en Y y (hay!) en X tenemos que desmontar las abrazaderas y meter separadores entre ellas y la placa de plástico. pero podemos hacer coincidir el eje óptico del ocular con el del objetivo, que es lo importante.



Para disparar, como la compacta no suele tener conexión para disparador a distancia, aunque muchas permite hacerlo con un mando infrarrojo) simplemente anulamos el flash, colocamos el temporizador de retarde de disparo a 10” y a esperar que todo deje de vibrar... Ah!, Y nada de macro. la montañita para enfocar, este sistema funciona bien cuando la cámara enfoca al infinito.

domingo, 7 de marzo de 2010

Iluminando piedras, caso práctico.

Rebuscando por los cajones ha aparecido una pieza recogida en algún paseo por Murcia, y he pensado que sería un buen modelo para hacer una práctica.

La pieza es fea. Pero tiene volúmenes y para el propósito servirá.

Primero he colocado el fondo. Eso en la entrada teórica eso estaba al final, pero claro, implica desmontarlo todo cuando te das cuenta. Así que nada, primero decidimos el color del fondo. Yo he usado una goma EVA negra, de las que se usan en trabajos manuales. Podría valer una cartulina negra, pero se estropean y se arrugan con más facilidad. La he levantado para hacer el fondo pasándola por encima de una caja llena de piedras para intercambiar (así pesa, pero podemos usar cualquier cosa, de verdad, sólo que la caja estaba al alcance de mi brazo) y para mantenerla en su sitio podría haber puesto unas chinchetas o cinta adhesiva, pero con una botellita de alcohol que tenía a mano y el portarrollos también funciona. No es que apueste por lo más cutre, simplemente si funciona y no sale en la imagen pues ya está bien, para que más...



Una vez decidida la posición, he levantado la pieza un poco con un pegote de plastilina. No es la posición más explícita para lo que quería mostrar, pero como de lo que se trata es de la foto, así tenía más volúmenes. Coloco el primer foquillo, que es simplemente uno de Led comprado en IKEA. No tengo una imagen de esa fase, pero ya podemos suponer que el foco ilumina tanto la piedra como el fondo. Hombre, siempre podemos limpiar el fondo luego en el procesado, pero si nos lo podemos evitar, ¿porque no? Así que he colocado una etiqueta vieja recortada para eliminar un poco la luz que cae por delante de la pieza. Otro par de cartulinas han bloqueado la luz que ilumina el fondo. Esto sí era más necesario si como en este caso, pretendemos dar algún efecto al fondo.


Perfecto, ya tenemos la luz principar iluminando bien la pieza. Pero sobre un fondo negro las sombras son sólo eso, sombras. Algo habrá que hacer para rescatar algo de luz para despejarlas un poco, a no ser que queramos una foto con connotaciones vampíricas...

Aí que al otro lado pongo una cajita como reflector y otra etiquetilla pegada con plastilina para iluminar un poco la parte trasera y la frontal. Los muevo un poco delante y detrás hasta que me gusta el efecto de relleno.

Un poquito más. Vamos a suavizar la transición de sombras. Quizás en una pieza más lisa no haría falta, pero esta con tantos recovecos me parecía que necesitaba ser iluminada algo más suave. Esto, de cualquier forma, es criterio del fotógrafo y no es una regla fija, como casi todo... Así que recorto un trozo de papel vegetal y lo pongo delante de las tarjetitas. Si lo hubiese puesto entre el foco y las tarjetas, como es el vegetal el que se convierte en emisor de luz, las tarjetas de bloqueo ya no hubiesen funcionado como esperaba. Ahora sí. De vez en cuando, voy mirando por el agujerito de la cámara para asegurarme de que no he puesto ningún difusor ni reflector delante de la pieza, que eso implicaría volver a la casilla número cero...

Ahora a darle una alegría al fondo. Que conste a estas alturas que este pedrusco no se merece tanta parafernalia y que posiblemente se vea excesivo el efecto, pero me escudo a las críticas alegando que es un ejemplo exagerado para que se entienda. Siempre es bueno tener argumentos para salir bien parado.



Pues otro foco igual al que le he pegado un canuto de cartón para limitar el diámetro de fondo que ilumina. ¿pero no va a ser blanco, no? Así que simplemente le he colocado un filtro de color de plástico delante del foco. El filtro sucísimo, pero como no forma imagen, da igual. Incluso diría que mejor, porque la porquería difumina un poco el círculo de luz y queda una transición más suave. Podemos variar el diámetro del círculo acercando o alejando el foco, y hacerlo elíptico simplemente poniéndolo más rasante respecto al fondo. Un par de fotos para asegurarnos de que las luces están equilibradas y ya está.

Y ahora al photoshop. Reducir para el tamaño de blog, y borrar algún punto de polvo que brilla sobe la goma EVA como si fuese fluorescente. Y un poco de enfoque, que cuando se reduce una foto siempre agradece un empujoncito.



jueves, 18 de febrero de 2010

Iluminando piedras

Unos cuantos amigos me han ido preguntando acerca de las cuatro cosas básicas que les permitan iluminar sus minerales para conseguir fotografías con una calidad que esté a la altura de sus muestras. Odio profundamente los cursillos rápidos, que sólo sirven para dar una falsa sensación de conocimiento fast-food. Pero supongo que a alguno le servirá como inicio de planteamiento que le llevará a experimentar y conseguir bellas imágenes. Y como en Gomorra, si hay sólo uno, ya vale la pena...

Cuatro ideas para empezar.

Realmente iluminar piedras es como iluminar cualquier otra cosa. Mucha de la gente que conozco cuenta que sus fotos las hacen poniéndose a la luz que entra por una ventana. Ahí reside todo el principio básico de la iluminación. Sin embargo, iluminar con una ventana tienen múltiples desventajas: El día que quieres hacer fotos, está nublado, o a la hora que tienes libre el Sol da en la otra fachada. Cuando todo está bien, alguien ha retirado los visillos para lavarlos. Las fotos hechas en verano tienen otro color que las de invierno porque el Sol está más alto y su luz es más fria (azul)...

Ante todas estas desventajas, ¿porque no recrear la ventana en un medio más controlable? Pues eso es iluminar...

Vamos a examinar la ventana, a ver si la podemos copiar. Tenemos el Sol al otro lado, iluminando desde un lado. O sea, tenemos un foco de luz. Estamos iluminando con sólo un foco.

Otro detalle. El Sol es muy grande, pero afortunadamente está muy lejos. Tanto, que sólo mide medio grado de diámetro. Por escribirlo de otra forma, si vamos poniendo soles uno al lado de otro en el horizonte, nos van a hacer falta 720 soles para dar la vuelta completa. Eso quiere decir que toda la luz parece venir de un punto bastante pequeño, y eso produce unas sombras muy definidas. Pon el dedo al Sol y mira lo rápida que es la transición de la parte iluminada a la parte en sombra. Si hace eso con el dedo, lo hace con cualquier cosa. Incluso con un mineral. Igual con un dedo está bien, pero con un mineral quizás no nos interese que queden zonas completamente en sombras, sobre todo porque en las zonas en sombra el espectador no puede admirar las maravillas de la pieza.



Pero no hagamos de esto una regla fija. Podemos utilizar este sistema para hacer destacar lo que nos interesa y la parte fea que quede en una discreta sombra. También las sombras fuertes (se dice “duras”) sirven para exagerar el relieve y destacar esa cualidad, si es eso lo que nos interesa, como en el ejemplo de la pirita limonitizada de Montjuich, fotografiada simplemente al Sol aguantando la pieza a mano con la izquierda delante del garaje abierto, que es mucho más oscuro, mientras que con la otra mano hacía la foto con una compacta.

Hubiésemos obtenido el mismo resultado con un foco y una cartulina negra, y la hubiésemos podido hacer a las 10 de la noche...

Incluso podemos forzar más la nota. Tenemos una zona que nos interesa y otra, que por sosa o por desenfocada, va a hacer que la vista del espectador se despiste de lo que realmente le queremos enseñar. Así que incluso podemos limitar la luz que llega a nuestra muestra por ejemplo colocando una cartulina negra con un agujero entre el Sol y la muestra.

O...colocando un canuto de cartón delante del foco para “recortar” la luz y que ésta llegue sólo a la parte bonita de la pieza, como por ejemplo...



Así que a partir de ahora, vamos a usar un foco.

Antes de empezar, un par de consideraciones. Imaginemos un proyector de diapositivas. Colocamos la pantalla a una distancia tal que el lado largo de la diapo mida un metro. Si alejamos ahora la pantalla al doble de distancia del proyector, el lado de la proyección medirá ahora 2 metros. Peeero, nada es perfecto, resulta que como el proyector no ha aumentado su cantidad de luz, ahora su luz se distribuye por un área cuatro veces mayor, y la imagen será 4 veces más débil.

El sol está tan lejos, que por mucho que movamos la muestra la cantidad de luz que le va a llegar va a ser la misma. Pero con un foco la cosa es diferente. Si tenemos una muestra grande y acercamos el foco mucho, la distancia de la parte del mineral más cercana al foco recibirá más luz que la más lejana. Ahí tenemos otra posibilidad de control para enfatizar la parte que nos interesa y que la luz se pierda hacia la parte aburrida de la muestra.

Otro control. Mejor usar un foco pequeño, siempre es más fácil hacerlo grande que al revés, luego lo vemos. Volvamos a usar el dedo. Lo ponemos lejos del foco. El límite entre la parte iluminada y la parte en sombra es muy nítida. Ahora acerquemos el dedo al foco todo lo posible. Recibe mucha más luz (eso lo acabamos de leer) pero la gracia es que el borde de sombra ya no es tan nítido. ¿que ha pasado? Subámonos en nuestro dedo y miremos al foco. Cuando acercamos el dedo al foco, lo vemos más grande. Es decir, el tamaño aparente del foco tiene una buena influencia en lo nítida que es la transición entre luces y sombras. Jugaremos con eso.

Un foco. Sólo tenemos un foco natural, el Sol, y el ojo está acostumbrado a leer los volúmenes que produce un único foco. Los fotógrafos acostumbran a ser vagos, y además poner muchos focos impresiona más al cliente, pero realmente sólo hay un foco principal.

Así que vamos a empezar. Escogemos una muestra de tamaño generoso y sin brillos metálicos, que para complicarnos con esto siempre estamos a tiempo, encendemos el foco y vamos girando la pieza en las manos hasta que ¡chán! vemos la pieza de forma atractiva, mostrando su parte más bella. Ahora la ponemos encima de la mesa con la parte buena hacia la cámara situada en un trípode. Podemos mover la cámara para acabar de encuadrar, acercarnos, verla desde un poco arriba o abajo...

Como ahora las cámaras son digitales y las fotos gratis, hagamos una primera foto. Click!



Ahora tomemos el foco, y lo que antes habíamos hecho con la pieza, ahora con el foco, y examinando la imagen a través del visor de la cámara. Seguro que más pronto o más tarde, hay una posición de foco en la que la pieza se muestra más espectacular, y en la que las sombras no enmascaran la parte “buena”. Fijamos el foco en esa posición u otra foto. Quizás nos hemos acercado demasiado, tenemos cierta tendencia a hacerlo cuando probamos iluminaciones. Pero recordemos que lo único que aquí manda es la dirección. Si conservamos el eje que va desde la pieza al foco, podemos mover el foco por ese eje y la iluminación no va a variar. Vale, otra foto. Lo que no recibe luz es prácticamente negro, pero igual ya vale.
Bueno, la foto que hemos conseguido no será como la que pongo de muestra. Se verá la mesa. Si la iluminación que produce el foco es suficientemente más potente que la luz ambiente, el fondo será negro, como en mi foto delante del garaje. Así que estará bien apagar las luces o dejarlas lo suficientemente débiles como para no tropezar. Si situamos la muestra encima de una cartulina negra... ya empezará aparecerse más. Sigamos haciendo fotos del proceso. Si con todo, el fondo sigue viéndose, siempre podemos curvar hacia arriba el extremo alejado de la cartulina detrás de la muestra, de forma que nos tape el fondo. Ahora ya se tendría que parecer a la foto de los granates.

Antes de continuar, un detalle que no por obvio debemos dejar de citar. Da igual la cantidad de luz que tengamos. La piedra no se mueve, y la cámara en el trípode tampoco. Por lo tanto, si hay poca luz, que la cámara de una exposición más larga. Lo que es importante es que el chip reciba una cantidad determinada de luz, y da lo mismo si tarda una milésima de segundo o diez segundos. Ya, ya se que aquí se trataba de aprender a iluminar y no de soltar un tochazo sobre teoría, pero hay un mínimo imprescindible. Para picar, hay que saber en que extremo del martillo está el mango. Para no repetirme dejo a libre albedrío del lector el mirarse las entradas dedicadas al cursillo de fotografía en este blog, y que empiezan en el enlace Un pequeño cursillo de fotografía (I).

Volvamos a nuestra paciente modelo. La tenemos ahí en la mesa, sobre la cartulina negra (¿porqué negra? ¿que pasa con otro color?...pruébalo...) con las partes que reciben luz bien iluminadas y las que no tienen iluminación prácticamente negras. Intentaremos recuperar (“rellenar”) esas sombras. Es fácil. Parte de la luz no incide en la roca, sino que ilumina el suelo o simplemente pasa por delante, por detrás o por arriba de la pieza. Esa es luz desperdiciada. Así que vamos a poner un folio blanco, una cartulina blanca o un trozo de porexpan blanco al otro lado del mineral, de forma que recoja esa luz desperdiciada y la devuelva hacia la muestra. Parece que hayan encendido un segundo foco al otro lado. Las sombras se han iluminado. De hecho, el efecto es exactamente el mismo que colocando un segundo foco, y algunos fotógrafos prefieren el segundo foco, pues ofrece algo más de control sobre la dirección y la intensidad de esa segunda iluminación de relleno.



La calcantita simplemente tiene un foco desde arriba y un papel blanco en la base, reflejando y rellenando las sombras.

Vamos a contestar a la pregunta del color que hacíamos antes. ¿Que pasa si la cartulina conde rebotamos la luz es de color? Probémoslo. Tiñe de su color las sombras y el color de la pieza se pierde. No es que esté prohibido, no hay nada estrictamente prohibido si conseguimos transmitir lo que queremos, pero si se trata de mostrar enciclopédicamente el sutil color de una celestina, ponerle un reflejo rojo no va a ayudar a los que quieran basarse en nuestra fotografía para identificar su ejemplar.

Vamos a jugar un poco con el papel. Sigamos haciendo fotos del proceso, luego ese será el mejor cursillo. Vamos a ponerlo muy, muy cerca de la pieza, lo justito para que no salga en la foto. La luz que refleja y llega a la pieza es importante, casi irreal, como en el caso de la calcantita de El Papiol. Movamos poco el papel alejándolo de la muestra y esas sombras se van oscureciendo y de esta forma ya tenemos un control total sobre ese relleno de sombras. Rizando el rizo, tampoco nos tenemos que quedar con un único papel. Mientras no tapen la foto, podemos poner tantos como necesitemos para ir iluminando las caras que queramos. También, ¿porque no? podemos poner un papel grande iluminando toda la pieza a un nivel bajo y luego con papelitos más pequeños y más cerca añadir puntos con más luz aquí y allá para que nos defina más el volumen. Y al revés, podemos colocar recortes de papel negro para evitar que a ciertas zonas les llegue luz.



Y si podemos usar papelillos negros para reservar zonas de sombra, ¿porqué no usarlos para bloquear la luz del foco? Parte de la luz del foco está iluminando la cartulina negra de base, y eso no sólo no nos sirve de nada sino que suele quedar mal. Pues nada tan simple como interponer unos trocitos negros que impidan que el foco ilumine la cartulina...

Hasta ahora hemos controlado el reflejo, y el foco sigue siendo una fuente de luz “dura” que sigue produciéndonos una frontera abrupta entre la parte iluminada y la que no recibe luz directa. Vamos a modificar ahora eso. En alguna parte del blog ya lo explico, pero lo repito... lo que crea la dureza de la transición es el tamaño relativo del foco visto desde la posición del modelo. Lo del Sol grande pero muy lejos que explicaba antes.

Ahora necesitaremos un papel vegetal. Antes había en todas las papelerías, pero desde que el dibujo técnico se hace con ordenador igual cuesta un poco más encontrarlo. Puede ser cualquier material traslúcido. Poliester mate, metacrilato glaseado...bolsas de supermercado blancas, gorros de ducha de todo a 100... Mientras sea blanco para no introducir color a la luz, casi todo vale. Los fotógrafos profesionales usan paraguas traslúcidos de nylon, pero para las muestras pequeñas que manejamos un paraguas es evidentemente demasiado grande.

Vamos a probar. Cuando iluminamos un material traslúcido, el foco emisor de luz ya no es el foco “iluminador”. Lo que está iluminando ahora la pieza es el círculo que el foco forma en el papel vegetal. Y ese diámetro relativo decíamos que influye decisivamente sobre la transición luz-sombra, así que vamos a comprobarlo. Acercamos el papel vegetal hasta tocar el foco y vemos que las transiciones son prácticamente tan duras como antes. Ahora vamos separando el papel del foco, acercándolo a la pieza y podemos comprobar como se difuminan esas transiciones. ¿hasta donde? Ah! ese es el toque del maestro. Jugando con la posición de ese vegetal y con la del papel del otro lado vamos a tener un control casi total sobre el aspecto que queremos que tenga nuestra fotografía.

Y ya, ya se que con el vegetal se pierde mucha luz. Pero no tiene ninguna importancia, porque el papel blanco de reflejo también recibe menos en la misma proporción y el aspecto general no varía. Esta es una de las ventajas de utilizar un sólo foco. Sustituir el papel de reflejo por otro foco nos obliga a regular de forma independiente cada foco y variar el segundo foco cada vez que modificamos el primero.



El uso de los difusores llevado al extremo se llama iluminación de tienda y se usa mucho. Simplemente se rodea la pieza por una “casita” de material traslúcido, se dirigen los focos hacia el material difusor y ya está. Variando la distancia de los focos por separado a la tienda, regulamos un poco el modelado, pero básicamente lo que obtenemos es una iluminación muy descriptiva, sin zonas oscuras, donde el color de la pieza tiene una importancia capital.

Por supuesto, la práctica debería generar más preguntas, a las que no quiero responder porque no hay una regla fija y estricta para iluminar cada pieza...Descubriremos que la luz rasante ayuda a dibujar bien las texturas y los relieves, que el foco iluminando un poco a contraluz permite explicar la transparencia del mineral... Improvisar y probar, no hay atajos...

Y para acabar, la guinda. Es posible que haya zonas de la pieza que intencionadamente las hayamos dejado negras. Pero eso es una cosa y la otra es que la forma se pierda. Así que hemos de hacer algo para “dibujar” al menos el perfil. Ahora sí necesitamos otro foco.



Apuntamos al fondo con ese segundo foco, lo limitamos con un canuto de cartulina o con una cartulina agujereada y le metemos un filtro para darle el color que nos interese. Como ese filtro no tiene que dar más que color, no necesita calidad ninguna. Celofanes de caramelos, de trabajos manuales, plásticos de los divisores de las carpetas escolares... cualquier cosa nos va a valer. Y con eso y un poco de práctica, nuestras fotos van a ser la envidia de propios y extraños ;-D

sábado, 23 de enero de 2010

Back to China (5)

El rio Yulong (II)
Nuevo día.
Nuestro Luminoso Guía, banderita en ristre, nos ha programado un rafting turístico subidos en unas almadías que en origen fueron una plataforma de gruesos troncos de bambú (aun quedan algunos) pero que ahora han quedado sustituidos por una serie de tubos de PVC que si no te fijas dan el pego, pero que lástima la mia...tengo la manía de fijarme. Al lado del rústico embarcadero se amontonan chiringuitos donde sirven pescado fresco a las ruidosas familias locales. Y atrás un bello valle de aluvión cultivado de arroz y salpicado por macizos de bambú que parecen apoteosis de fuegos artificiales verdes entre las aisladas colinas. Así que acomodo la mochila de cámaras, declino la invitación del guía, nos dedicamos una mirada de desprecio mutuo y me largo solito a dar de comer a los mosquitos vespertinos.



Sorprende el tono de verde de los campos y del bambú. Caminitos estrechos bordean las áreas dedicadas al arroz y bordeándolos unos canalillos por donde nadan con tranquilidad algo parecido a las sanguijuelas. La posición del valle no es la mejor para aprovechar la luz de la tarde pero en cambio puedo dedicarme a fotografiar a los campesinos en sus labores, contrastando sus camisetas contra el furioso verde del arroz. Mosquitos aparte, que tampoco hay tantos, es una tarde plácida donde disfruto del atardecer fotografiando con calma hasta que la luz es tan baja que ni el estabilizador es capaz de asegurarme las tomas.

Por la noche han programado una excursión para ver en directo la pesca con cormoranes. Básicamente consiste en atar una cuerda en el cuello de los cormoranes de forma que éstos pescan pero cuando intentan tragar el botín el nudo se lo impide y el humano aprovecha para quitárselo. De una u otra forma, siempre es la misma historia, un listo que se aprovecha del trabajo de los demás. De cualquier manera, estoy tentado hasta que tengo una visión de un pescador abuelete, como los que salen en los reportajes televisivos rodeado como una isla por flashes por todos los lados. Así que declino la invitación una vez más y me voy recibir un masaje y a cenar tranquilamente en una de las numerosas terrazas al aire libre que bordean la calle principal.
En un nuevo día, y ahí no me escapo, daremos una vuelta en una balsa de esas que en un momento pasado fueron de bambú. Bueno, puede estar bien. El rio para nosotros solos, con meandros que continuamente nos descubren nuevos rincones de lujuriosa vegetación tropical entre las omnipresentes colinas. Una ligera calima tamiza la luz y conforme avanza la tarde los paisajes por fin empiezan a parecerse a las aguadas de tinta china que he tenido en la cabeza desde que llegamos. Las barcas planean sin demasiados saltos y en ocasiones a nuestra sugerencia simplemente quedan a la deriva, y las cámaras funcionan a todo ritmo. Una vez puesto el Sol, una nueva propuesta. Esta vez es un megaespectáculo de luz y música en el que cientos de chinos con luces en barcas en el rio haciendo nosequé. Debo estar criando una fama de asocial importante, pero también decido ir por libre, mezclarme con la gente y cenar en cualquier parte. Cuando quiera ir aun sitio con mucha gente, ya me iré al campo del Barça. Después de cenar nos metemos en un bar y un cantante con una voz prodigiosa y una guitarra nos arropa mucho más que los heroicos cánticos de espectáculo fluvial.

Al dia siguiente, cuando nos alejamos de estas montañas mirando por la ventanilla del autocar con el aire acondicionado zumbando comprendo que hemos visto un país privilegiado por la naturaleza y entiendo que generaciones y generaciones de artistas chinos hayan venido hasta aquí y hayan dedicado sus vidas para plasmar la poesía que todavía hoy, por encima de las carreteras y turistas, envuelve estas colinas únicas. Sólo cuando pongo distancia con la realidad soy capaz de descubrir lo que he contemplado. Lástima que cuando lo descubro, siempre estoy lejos.
En la ruta hacia las montañas hacemos un par de paradas que después de lo que hemos visto, me parecen pueblecitos desiertos. Pero no, eso debe ser lo común en el mundo rural, donde la única diferencia entre un dia y el siguiente es que falta una hoja en el almanaque. En el primero algunas familias se dedican a montar los grandes abanicos decorativos que luego se ven en las tiendas de las ciudades. De forma absolutamente artesanal, pintan con cola las telas de seda y pegan los dibujos. Los grandes semicírculos rojos secándose al sol en el exterior de los talleres son la única nota de color en un pueblo en blanco y sepia. Del otro “pueblito pescador” ni siquiera tengo un recuerdo...