Composición
Una imagen no se ve al completo y a la vez. El ojo no es una cámara fotográfica, la capacidad de examinar una imagen se reduce a un área muy pequeña, el resto es información adicional, posicional, pero poco más. Fijaos en alguien que esté leyendo y vereis como los ojos se desplazan línea a línea como hacíamos cuando éramos pequeños paseando el dedo por encima de las líneas. Tampo lee en el sentido estricto que nos enseñaron (la P con la A… PA!!!) sino que recorre las letras examinando formas que le son conocidas y pasando a la siguiente cuando cree que ya sabe lo que es. Gracias a esto podemos leer cartas manuscritas en las que las letras son casi completamente diferentes a las que conocíamos hasta entonces. (A ver, los médicos que se pongan a la izquierda, por favor, luego hablamos). Por eso tambien podemos leer esos textos que circulan por Internet en los que casi no hay ninguna letra en su sitio y sin embargo nos son comprensibles. No encuentro ahora ningún enlace, pero si alguien lo tiene, agradecería que me lo recordara.
Todo esto es para decir que cuando vemos una imagen no la vemos en su totalidad sino que cuando el ojo (o cerebro, me da igual para esto) cree que tiene la información que busca se pone en Standby y ya no continua. Hay por ahí en internet una ejemplo divertidísimo en una peliculita en la que te piden que cuentes cuantas veces se pasan la pelota unos cuantos personajes. Mientras tanto, pasa entre ellos un tipo disfrazado de gorila y nadie, al menos yo… nos damos cuenta de eso porque estamos concentrados en la dichosa pelotita. Si crees que esto es una tontería, baja a la calle y ponte a jugar a los triles con el timador de turno…
Pincha en la foto para verla en grande.
Una foto normalita de vacaciones. Perdón por la calidad, tiene ya bastantes años y las compactas de hace tanto no eran lo que son ahora... Está claro que esta foto habla de la ermita en lo alto del acantilado. Podía haberla fotografiado de cerca (de hecho, lo hice...) pero creo que la mejor foto es ésta. Le ponemos un caminito al ojo y como es muy obediente el ojo va recorriendo el pasillo y subiendo las escaleras hasta encontrarse con la ermita. Y de paso se va dando cuenta del acantilado que rodea el camino. Y así, una construcción que se ve pequeña, fuera del centro de la foto y que no destaca ni por espectacularidad ni por color ni por nada acaba convirtiéndose en protagonista absoluto. Incluso diría que el ojo protesta cuando "tropieza" con las personas que bajan por el camino, como si se hubiese detenido a examinarlos y se diese cuenta de que no aportan nada. Es decir, que al ojo le sobran. Pero claro, no los iva a tirar por el barranco para hacer una foto de vacaciones :-D
Por lo tanto, si situamos lo que queremos fotografiar en un lugar “evidente” es muy posible que el resto de la información que proporciona la imagen se diluya. La foto típica con una persona situada con la cabeza justo en el centro de la foto hace que tengas que hacer un pequeño esfuerzo intelectual para reconocer que la foto está hecha en París y no en el cuarto de planchar.
Los grandes fotógrafos y pintores tienen una sensibilidad especial para colocar el centro de interés de una imagen donde debe estar para que tenga la relevancia adecuada, y ayudarse de otros elementos para acompañar al ojos en su paseo por toda la imagen. Luego hay gente que escribe libros, examina esas fotos e intenta sacar unas reglas para que todos las podamos aplicar. Y aparecen en las pantallas de las compactas unas líneas cruzadas “para ayudar a la composición”.
Tabien hay grandes controversias acerca de esto, del uso de los centros de interés, la región aúrea, la regla de los tercios y demás. No tienen razón de ser, está claro que primero fué el huevo y luego la gallina. No son reglas creadas por un filósofo kantiano en una noche especialmente productiva, sino el fruto de estudiosos de la comunicación que han examinado, como proponía más arriba, multitud de imágenes pictóricas y fotográficas de todos los tiempos y han sabido leer ciertas pautas comunes en ellas. Tambien hay factores culturales que nos influyen; en la escritura latina, escribimos y leemos de izquiera a derecha y de arriba a abajo. Esa es la dirección en que nuestros ojos leen las imágenes. La mayoría de las fotos de los políticos en los carteles están situadas a la izquierda y miran hacia la derecha, hacia lo que nuestra cultura considera hacia adelante.
Posiblemente los autores originales compusieron sus imágenes sin saber nada de líneas de tensión, diagonales, equilibrado de masas de color y todas esas cosas. Fotografiaron o pintaron con el estómago y consiguieron conmover a las personas que veían sus imágenes. Pero claro, ellos eran auténticos creativos, hablaban el idioma naturalmente, nacieron con ello.
Los de a pie podemos o intentar aprender de los maestros o intentar descubrir de nuevo la rueda. Pero eso es bastante complicado y bastante más lento, aunque más gratificante cuando se consigue. Yo diría que no hay que usar conscientemente las reglas que se explican en los libros de composición. Si tenemos una buena imagen, seguramente descubriremos que ahí escondidas hay varias “reglas” de composición encubiertas.
El visor de la cámara es un excelente sistema de examinar una imagen antes de capturarla, y hay que aprender a ver a través de él. Hay que pasear la vista por toda la ventana, preguntarse que sobra y que falta, si hay demasiado cielo sin aportar nada, si aquel árbol tapa algo importante y si aquella grua mata la bucólica imagen. Si has fotografiado a unos amigos y sus ojos están en el centro óptico de la foto, no has entendido nada. Has fotografiado simplemente como los ves, mirándolos a los ojos y obviando todo lo que tienen alrededor. Eso lo debemos hacer en la vida real porque pasan tantas cosas a la vez alrededor de nuestro interlocutor que si no fuésemos capaces de aislarlo recibiríamos tantos mensajes simultáneos que el que nos están transmitiendo resultaría confuso y emborronado. Pero una imagen es un pedacito de realidad inmóvil que no tiene tiempo de caducidad, y que puedes examinar en toda su extensión todo el tiempo que necesites. Si algo sobra en una peli quizás te pase desapercibido, pero en una foto se va a ver clarísimo.
No me voy a extender aquí en métodos de composición ahora, hay libros y libros acerca de eso y de todas formas intentaré hacer alguna entrega de este cursillito con ejemplos. Yo recomendaría leerse alguno, y examinar fotos propias a la nueva luz que esa información arroje.
Y experimentar. Aunque yo, que vengo de la vieja escuela de las reflex de las de mirar por el visor, no soy capaz de hacerlo, el componer en la pantallita de la compacta es fácil. Hay que mirar toda la pantalla, no ver una foto que estamos haciendo sino mirarlo como miraríamos un cuadro en una exposición, inquisitivamente a la búsqueda de fallos.
Cuando estudiaba cosas de estas, teníamos dos L de cartulina negra por un lado y blanca por el otro, y las movíamos por encima de una imagen formando un rectángulo. Es divertido hacerlo porque descubres que a veces una imagen contiene en realidad varias imágenes muy interesantes, con ideas diferentes. La pantalla de la compacta de alguna forma sustituye esas L paseándolas por encima de la realidad.
Estoy seguro que dedicar un poco de tiempo a la búsqueda de la composición (sin normas, sólo hasta que la imagen nos llame) da unos resultados impresionantes en muy poco tiempo y además es un proceso que se automatiza enseguida.
Probar, probar y probar. Esto vale para todo.
viernes, 26 de diciembre de 2008
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