martes, 3 de marzo de 2009

Ambiente, ambiente

Una amiga y compañera de viajes me ha enviado esta foto. De hecho ella es una de las "culpables" de que haya atropellado en este blog algunas ideas acerca de la fotografía. Y fotografías como estas son las que empujan a continuar escribiendo, aunque a veces el tiempo desaparezca y las entradas se espacien.

Antes de nada indiquemos que está hecha con una camarita compacta de esas cuya mejor virtud fotográfica es que caben en el bolsillo de la blusa, y que su color hace juego con el de la blusa.

Otro detalle que no podemos obviar es que esa es su habitación. Ahí donde llega por la noche cansada y bostezando y de donde se levanta zombie y ciega hasta que se lava la cara con un buen café. Lo que quiero decir es que en la habitación propia podríamos tener un muerto y no nos daríamos cuenta hasta que alguien lo moviera de sitio. Pasamos por los sitios que nos son habituales sin procesarlos en absoluto. Una de las claves de que alguna de mis fotos de viajes se dejen mirar es que son de viajes, y muestran lugares y personajes que nos son extraños. Eso llama nuestra atención. Si intento hacer la misma foto en mi entorno, no vale nada. Una de mis frases favoritas, no se si ya la he escrito, es que para nosotros un niño negro lleno de mocos es una perfecta síntesis de la infancia en el tercer mundo. Un niño blanco con mocos es que tiene un padre que es un marrano... Supongo que vistas esas fotos por un negro, el significado se invertirá.

Y a pesar de camarita de cartón y legañas, es una foto que ronda la perfección. Una imagen dividida por una diagonal virtual que separa luces y sombras. Unas luces tamizadas y unas líneas que conducen a una tumbona que invita al reposo y la lectura. Unas piezas de cama indolentemente cruzadas en la esquina. Ningún gran centro de interés que frene nuestra mirada, que se pasea flotando por la habitación como una polilla, sin detenerse demasiado en ninguna parte, que nos lleva a descubrir las suaves líneas orgánicas de la sombra de la tumbona y las molduras de la pared. Las tablas del suelo, añadiendo profundidad, por líneas y por tono. Y el tono sepia, que aquí no es sinónimo de antiguo sino de calor primaveral. Un tono sepia tomado como opción directamente en la cámara, sin haber pasado por Photoshop. En resumen, esa es la foto del ambiente que nos gustaría que respirara en nuestras habitaciones. una imagen con una poderosa fuerza icónica.

En fín, no se si se nota que la foto me encanta. Y la quería poner de ejemplo de lo que una mirada escrutadora puede descubrir en su entorno más inmediato.


3 comentarios:

Unknown dijo...

Aprender a ver tu entorno cotidiano. Ese es un ejercicio que la mayoría nunca hacemos. Siempre pensamos en grandes viajes para encontrar algo que fotografiar. Y no nos damos cuenta de que simplemente no sabemos mirar. No hemos aprendido a mirar. Yo soy el primero que podría tener un muerto en el salón y no darme cuenta hasta que los niños me preguntasen que que hacía ese señor tan verde en el sofá.

Tenemos que aprender a ver lo que tenemos más cerca, por la sencilla razón de que es mas accesible. Nadie está en mejores condiciones que tú mismo para fotografiar lo que te rodea, por la sencilla razón de que tú estás ahí continuamente. El problema es que lo ignoramos y solo pensamos en Islas de Pascua o fiordos noruegos.

Mientras tanto, Olaf Svardinshen un oficinista noruego, que vive al lado del fiordo, está de vacaciones por España pasa por tu pueblo. De pura chiripa pilla esa luz que ves reflejarse en la vidriera de la iglesia, dos o tres veces al mes. Él solo está esa mañana en tu pueblo y por pura coincidencia es uno de esos días. Tu pasas por su lado mientras vas a por el pan y lo ves llevarse la cámara a la cara.

Días después ves una foto en la portada de Flickr que te resulta familiar. Coño, si es tu pueblo!. Anda, pero si es el reflejo ese de las vidrieras.... y mira, es de un noruego. ¿Un noruego en mi pueblo?

Tenemos que ejercitar más el músculo "de ver". Al final es el único necesario para hacer fotografías que digan algo. Como la que enseñas en este artículo.

Tirs dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Tirs dijo...

Eso es lo que yo envidio: la capacidad de ver fotos donde las hay. Y las hay en todas partes. ¿Sabéis que hace más de dos semanas que no toco la cámara? Porque no me muevo de casa y, ocasionalmente, del curro. Asumo que "todo es siempre lo mismo". Y no es cierto: sin ir más lejos, cada día y cada segundo la luz cambia. Seguro que, vayas donde vayas y elijas el rincón que elijas, un día al año, y durante un instante de ese día, la luz en ese punto incide de una forma y con una intensidad que la hace perfecta. El problema es, como siempre, el tiempo.

O bien tienes la inmensa fortuna de estar allí justo en el momento mágico, o bien tienes tiempo para elegir ese rincón y sentarte a esperar. Tiempo también, por supuesto, para reflexionar y determinar cuál será ese momento. Y tiempo para después disfrutar y regodearte en la satisfacción de haber capturado esa maravilla.