lunes, 26 de enero de 2009

Un pequeño cursillo de fotografía (IX)

Un poco de luz acerca de los flashes

Hace muchos muchos años, apenas inventada la fotografía, había un gran problema. La sensibilidad de las emulsiones era tan lenta que era casi imposible hacer un retrato. A los niños no se les podían hacer fotos porque durante la exposición crecían y quedaban movidos. Todos nuestros tatarabuelos muestran unas barbas muy respetables, pero se acababan de afeitar cuando empezó la exposición de su retrato. Había unas sillas especiales, entre sillón de dentista y potro de tortura medieval (tampoco están tan lejos, mal mirado) donde el sufrido retratado era fijado para que no se moviera. Yo estoy seguro de que la costumbre macabra de fotografiar los muertos que se dió en la época se debió a que los finados eran los únicos que eran capaces de aguantar la pose sin pestañear durante el tiempo necesario para impresionar la emulsión.

A algún avispado se le ocurrió inflamar alguna especie de pólvora en un cajón para crear un instante de gran luminosidad para acelerar el proceso. Había inventado el flash!. Logicamente los inicios fueron difíciles. La humareda que quedaba después de encender la pólvora era tan grande que impedía hacer otra foto durante un buen rato. Entre ventilar, cargar de nuevo el cajón, cargar otra placa en la cámara (lo del carrete estaba aún lejos) y organizar todo de nuevo, la velocidad seguía sin ser la característica principal.

Pero la inventiva es imparable, y pronto aparecieron modelos más “portátiles”. Un reflector de buen diámetro y una especie de bombilla con un filamento que se fundía al disparar la cámara. Son esos flahses los que sacaron el periodismo gráfico a la calle, y mostraron por primera vez la turbulenta vida norturna norteamericana, con su ley seca y sus gangsters. Por primera vez, la imagen no llenaba la fotografía. El primer plano estaba correctamente expuesto, las sombras eran densas y los laterales y el fondo, que no estaban iluminados por el flash, eran prácticamente negros. Sólo lo importante aparecía, el resto simplemente no se veía. Hollywood quedó maravillada ante las posibilidades expresionistas que ofrecia esta iluminación y se lanzaron a hacer lo que se ha llamado cine negro. El comic, la fotografía de moda… todo, hasta el glamour descubrieron esta iluminación sin apenas grises.
Esos primeros flashes eran fantásticos en lo que a iluminación de retrato se refiere. Situados en un brazo al lado de la cámara y bastante separados del objetivo, producian un modelado muy atractivo en los rostros y con su reflector de gran diámetro conseguían que la transición entre la zona de luces y la de sombra no fuese demasiado abrupta.
Pero no todo era sí de bonito. No podías ser un espía de la guerra fría e ir con un flash del tamaño de una parabólica, te descubrían enseguida. Y los flashes se redujeron a esas unidades que ya se parecen mucho a los flashes que podemos comprar separados de la cámara. Y la distancia entre la pantalla y el objetivo se redujo. Y el tamaño de la fuente de luz se redujo. Y la calidad de iluminación y aquellas transiciones de sombras tan atractivas…tambien se redujeron.

Pero la historia no acaba aquí, desgraciadamente. Inventan las cámaras digitales y se encuentran que les sobra espacio dentro, porque no tienen que dejar un hueco para el carrete, y otro para la bobina de película que va pasando. Fantástico, ya tenemos sitio para las pilas y el condensador, podemos meter el flash DENTRO de la cámara!!!. Menos distancia, menor diámetro de la fuente de luz…bla, bla, bla… Además y aprovechando que la electrónica es cada vez más pequeñita, le añaden un control automático al flash de forma que el usuario pierde cualquier control del flash excepto la posibilidad de apagarlo y no siempre. Al final, hemos acabado con unas cámaras pequeñitas con un flash que dejan los fondos completamente oscuros, unas sombras negras y durísimas y unos ojos rojos. Hemos iluminado, pero hemos olvidado todo lo demás. Por cierto, por si alguien se pregunta que son los ojos rojos, es el interior del ojo. El flash está tan cerca del objetivo que la luz que entra en el ojo la podemos fotografiar. Es bien curioso que en lugar de biuscar una solución evidente para separar el flash del objetivo, se ha optado porque muchos softs incorporen rutinas para retocar esos ojos rojos.

Recapitulemos. Un foco puntual produce unas sombras sin transición. Acaba abruptamente la parte iluminada y empieza la sombra pura. Cuando el tamaño del elemento emisor de luz crece la zona de transición entre la parte iluminada y la que no se hace más amplia. Podeis probarlo situando debajo de un flexo una cartulina negra con agujeros de distinto diámetro y ver como se modifica la dureza de la luz.
En realidad, lo que acabo de escribir no es del todo exacto. Más que diámetro de la fuente de luz, debería escribir diámetro aparente. Lo que realmente manda el el ángulo que cubre la fuente de luz visto desde el objeto iluminado. El Sol es la tira de grande, pero está la tira de lejos, así que se comporta como una fuente de luz dura. Esos paraguas que usan los fotógrafos profesionales cumplen la función de ampliar el tamaño angular del foco: el Flash ilumina todo el paraguas, y el tejido blanco y difuso del paraguas se convierte en un gran emisor de luz. Por eso los retratos con paraguas consiguen esas luces tan bonitas en los retratos.

Aun podemos estirar un poco más. ¿recordamos la caja de pólvora? Esa caja tenía otra propiedad. Como no se podía apuntar hacia el modelo con ella (obvio, se vaciaba…) aunque parte de la luz sí llegaba directamente al modelo, la mayoría iluminaba el techo. ¿despilfarro? NO! El techo se convertía en un gigantesco paraguas y la luz era tan suave como en el exterior un dia nublado. Y esa parte de luz que llegaba directamente a la cara de los que posaban ayudaba a iluminar las zonas en las que se podían formar sombras, como los ojos, debajo de la nariz y el cuello. Aun hoy, esa es una de las mejores soluciones para iluminar con flash, y si nos fijamos en los periodistas que salen fotografiando ministros en el telediario veremos que llevan unos plásticos blancos en el flash. Cumple la misma función de enviar parte de la luz directamente mientras buena parte rebota en el techo.

A estas horas de rollo, seguramente alguien estará pensando como podemos solventar los problemas que se derivan de esos miniflashes que incorporan las cámaras actuales. Lo siento, no tengo recursos para eso excepto no ponerlo en marcha. Hay que ir a otras cámaras de cierta entidad para encontrar lo que antaño tenian todas: un conector para un flash exterior, con el que podemos recuperar todo el control de la iluminación. Ni siquiera es posible utilizar el flash integrado en la cámara para disparar remotamente otro flash con el que intentar ser un poco creativo. Por mor de esos automatismos que citábamos, el flash no dispara una vez, sino dos, en tan rápida sucesiónque somos incapaces de verlo, pero sí sus efectos. La luz que llega a la cámara de un primer disparo es leido por el fotómetro, analizado y con eso la cámara determina la potencia que tiene que utilizar en el segundo flashazo, que es el que ocurre cuando la cámara abre el obturador. Así que si pretendemos comandar otro flash con el que incorpora la cámara, el primer flash disparará el grande y no sólo este último no iluminará el chip, sino que además falseará la lectura para el pulso de iluminación de verdad.

No voy a poner ejemplos(*). Amiguetes y familiares con la cara plana y los ojos rojos las tenemos todos, y en el otro extremo, hay personas mucho más habiles y experimentadas que yo. Aconsejo fervientemente visitar el blog de Strobist y el grupo en Flick donde un gran grupo de aficionados a la fotografía cuelgan sus experimentos en iluminación con flash.




(*) Bueno, sí. De hecho cuando escribía esto tenía en mente una fotografía en la que estamos unos cuantos feos jugando con imágenes de Júpiter en el ordenador. Pero no soy el autor, y el autor me la ha ofrecido, muchas gracias. Esa foto, aunque no lo parezca, está iluminada con un par de flashes de esos portátiles, aprovechando todas las posibilidades del reflejo en las paredes y techo. El toque de maestro, sin embargo, está en el fantástico control de la exposición que ha conseguido no solo que la imagen esté bien iluminada, sino que además esté equilibrada con la imagen que muestra la pantalla y con el paisaje exterior que se adivina a través de la persiana. Pero esto es labor de maestros solamente...

1 comentario:

Tirs dijo...

Como siempre, me has enseñado lo que no sabía que no sabía. Lo de apuntar al techo, lo de alejar el flash de la cámara... vale, pero me faltaba el porqué. Y nunca me lo había preguntado (simplemente "era así") hasta que has llegado tú y lo has puesto aquí para que el mundo lo vea, y yo también. Gracias, sensei.